Horrible pesadilla

Jorge Oviedo Rueda

¿Cómo le parece a usted, amable lector, que en una ciudad de México (puede ser en cualquier parte del mundo) la Policía encuentra un camión refrigerado con dieciocho cadáveres de niños a los que se les había extraído los órganos para su comercialización? No una, muchas veces, como la práctica de un negocio infernal.


Se ha comprobado que la mayoría de las víctimas corresponde a criaturas que vienen de los barrios marginales o de los sectores campesinos, de los que el neoliberalismo considera “población basura”.


¿Qué nos pasa?, ¿por qué los seres humanos actuamos así?, ¿somos, como pensaba Maquiavelo, genéticamente malos? No. Nunca he creído en esa versión del ser humano, más bien he pensado con Rousseau que nacemos buenos, pero que la sociedad nos corrompe. Si, esta sociedad, clasista y brutal, que produce monstruos como ese padre que mató a latigazos a su pequeño hijo de ocho meses.


La solución no está en las cofradías religiosas, en las sociedades secretas, en las capillas espirituales asépticas, en los elegidos por algún enviado de Dios, está en cambiar de raíz esta sociedad construida sobre los pilares del egoísmo y el lucro, que ha sido capaz de convertir hasta los sueños en mercancías.


La ambición del lucro produce monstruos que el sistema condena pero no puede evitar, no solo los traficantes de órganos, sino los desquiciados que acribillan a balazos a la gente, los millones de seres que se drogan legalmente, políticos racistas, agoreros, adivinos, toda esa legión de alienados que viven pronosticando el fin del mundo.


Cambiar el sistema es el principio de una solución raigal. Entonces se inicia un largo proceso que será el reflejo de una ética diferente y superior. Solo entonces, saldremos de esta horrible pesadilla.


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