Retos del nuevo gobierno

Ya nada sorprende en la política ecuatoriana. Hemos visto de todo: cuerdos locos, manos limpias amigas de lo ajeno, demócratas contra la alternabilidad, camaradas amantes del dinero, ricachones socialistas, ecologistas contaminadores y revolucionarios curuchupas.

Pero al haber un nuevo proceso eleccionario se abren posibilidades de cambio, escogiendo para ello a los mejores, cuyo complejo reto será restaurar una economía enferma, que zangolotea en las turbulentas aguas del despilfarro, el escándalo, el desempleo y el enorme endeudamiento público; agravada por el irrespeto a la institucionalidad y la falta de fiscalización.

Para enfrentar aquello, los asuntos de Estado demandan -sin dilaciones- seriedad, responsabilidad, diálogo, previsión y planificación. El no hacerlo podría llevarnos a topar espantoso fondo como lo ha hecho Venezuela, en donde la miseria, el hambre, la desesperación y el enfrentamiento de conciudadanos resultan imparables.

No es tampoco la solución escoger un gobierno indolente con la desigualdad social y la pobreza, y amigo de la explotación laboral y la evasión tributaria.

Lo conveniente es que nuestra Nación cuente con un gobierno equilibrado que impulse la unión y la suma de esfuerzos entre Estado, empresa privada y trabajadores, a fin de promover un país más próspero y generador de suficiente riqueza que permita financiar las necesidades colectivas e individuales sin tanta dependencia del petróleo, dentro de un marco de respeto a las instituciones y a las leyes.

Aristóteles nos ilustra con tres pistas para lograrlo: “La virtud es una disposición voluntaria adquirida, que consiste en un término medio entre dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto”; “La única verdad es la realidad”; y, “No hace falta un gobierno perfecto; se necesita uno que sea práctico”. (O)