¡Educar!

Jorge Oviedo Rueda

Se dice que niños y jóvenes son el futuro de la patria y es, en función de esa verdad, que los Estados planifican la educación. Se educa a los niños y jóvenes que en un futuro próximo serán presidentes, empresarios, en fin, los ciudadanos de la patria.


Pero mientras esa labor se cumple en los “laboratorios del futuro” que son las escuelas, los colegios y las universidades la vida no se detiene. La gente, que somos usted y yo, amable lector, él y ella, todos, tenemos que ocuparnos de nuestros asuntos para lo cual, obligatoriamente, entramos en contacto con el prójimo. Y es aquí donde encuentro las más graves falencias de nuestra vida nacional.


Si necesito de un carpintero porque la pata de una mesa se rompió, acudo al maestro del barrio para que la componga. A pesar de su pobreza, me trata con displicencia, como si no necesitara el trabajo. Luego tengo que acudir dos, tres veces para que cumpla su compromiso. Si soy un ciudadano de a pie que debe usar el transporte público para trasladarse, tengo que resignarme a la agresión de los choferes de bus; si voy al mercado me tratan como a enemigo; si a una ventanilla de cualquier ministerio como si tuviera lepra. Esa es la vida diaria, sin romanticismos.


¿De qué hablamos? ¿Tenemos taras que no podemos superar? Porque desde la fundación de la república padecemos estos males. ¿Quién se ocupa de esto?
Es el Estado el que tiene que intervenir más allá de las aulas escolares, en esa escuela gigantesca que es la sociedad. Nada sacaremos teniendo profesionales y científicos de primer orden, si nuestros artesanos, campesinos, trabajadores de cualquier rama no llegan a tener esa cultura intrínseca que es amar su actividad y comprender que la sociedad necesita de ellos y ellos de la sociedad.


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