EL RECHAZO A LA LIBERTAD


El populismo expone una descomposición que comienza en la mente y se proyecta en la cultura, las instituciones, la economía y política. En la mentalidad del populista se espera que otro solucione los problemas propios, se hace a otro el responsable. Así es la lógica de recibir sin dar. La cultura corresponde a que el gobierno cumpla el rol del padre y encargado de satisfacer las necesidades humanas.


Políticamente simboliza al líder carismático y redentor que viene a rescatar a los sufrientes y asegurarles la dignidad en el nuevo paraíso que creará el Estado. Esto proclama el “socialismo del siglo XXI”. Utiliza las categorías de “pueblo” y “antipueblo”. El socialismo representa al pueblo y quien esté en contra de su soberbia estará del lado del “antipueblo” y debe ser marginado o eliminado.


El populista que piensa que debe hacerse cargo de la vida del pueblo, fomenta el odio en la sociedad dividiéndola entre buenos y malos. El Che Guevara decía en uno de sus mensajes: “El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar”. Se refería a la revolución violenta marxista.

Pero la estrategia del populismo no ha cambiado. Fomenta el odio porque une a la genta con más facilidad que el amor y la solidaridad.


Este sentimiento es claro y evidente. El Gobierno odia a los opositores, a la empresa privada, a los bancos, a Estados Unidos y al imperialismo, a los medios de comunicación.


Intenta eliminar la libertad económica anulando el derecho de cada persona a gozar del resultado de su trabajo. Edifica un Estado gigantesco que se mete y controla todo.

Distribuye la riqueza masivamente con altísimos impuestos y regulaciones. Controla los capitales para evitar que salgan del país, inventa burocracias gigantescas e ineficientes, agranda la deuda, apoya la caída de la inversión privada, incrementa el desempleo, se hace el ciego frente a la corrupción desbocada, daña el derecho a la propiedad privada y seguridad pública y multiplica empresas estatales inútiles.


El populismo cultiva el odio y destruye el Estado de derecho, desprecia la libertad y las instituciones que la resguardan. Adora el poder del Estado. Es imposible que un populista diga siquiera que va a garantizar la libertad del banco central y la prensa, que reducirá impuestos y el gasto estatal. No garantiza la libertad civil y cultural de las personas, no reconoce la privacidad así como la individualidad de ellas. Privilegia a sus grupos de interés que ayudan a sostener el poder político.