La posverdad

Carlos Freile

A raíz de las dos derrotas de los intelectuales y forjadores de opinión políticamente correctos, enganchados a todas las reformas contrarias a la moral natural y a la racionalidad universal, entre ellos hubo un desconcierto mayúsculo:¿Cómo es posible que Inglaterra elija salir de la Unión Europea y los ciudadanos de los Estados Unidos hayan elegido a Trump? Había que buscar una explicación a tamaña tontería.

Los biempensantes acudieron a un término ya existente desde hace poco: posverdad, o sea la tendencia a elegir no por razones nacidas de sesudos análisis políticos, sociológicos, económicos, sino por sentimientos, emociones y afectos.


La masa no razona, su verdad no es objetiva ni científica, sino acrítica, impregnada de corazonadas, por eso no puede seguir llamándose de esa manera, es indispensable buscar otro nombre: posverdad, la decisión nacida de las tripas, no del cerebro.


Estos sabios ignoran que en todas partes del mundo la gente vota por intereses, por emociones, no por convicciones ideológicas, salvo alguna que otra excepción más única que rara.

Esos sabios intelectuales también votan por candidatos de quienes esperan obtener ventajas: cargos, subvenciones, condecoraciones, alabanzas y más cargos y más subvenciones, se entiende estatales, con la plata de todos, pero enmascaran su interés en presuntas convicciones políticas.

También ellos, profesores, novelistas, ensayistas, sociólogos y demás miembros de la cofradía de lo políticamente correcto, tienen su corazoncito y votan por emociones; muchos ni siquiera se ponen a pensar si han fundamentado sus posiciones políticas: se sienten predestinados y por consiguiente tienen la certeza sentimental de nunca equivocarse.


A ellos se añaden una serie de personajes mediáticos, famosos, conocidos, que nos son muy familiares por su presencia continua en el cine, la TV, la prensa: artistas, deportistas, faranduleros, sin instrucción, aunque alguno se ponga lentes para aparentar intelectualidad. Ellos, puras imágenes, dan cátedra a personas comunes y sinceras que admiten que votan por interés.


[email protected]