¿Por qué no un banquero?

El 19 de febrero se desarrollaron en el país las elecciones presidenciales para asambleístas y la consulta popular sobre los paraísos fiscales, resultados que concordaron con algunas encuestadoras autorizadas por el CNE, que daban un primer lugar al candidato oficialista Lenín Moreno y un segundo lugar al señor Guillermo Lasso, candidato de la oposición.

Más de una vez se habló sobre la unidad de la oposición que como siempre desoyó la voluntad popular, para anteponer sus conveniencias de grupo, entre dos candidatos de la derecha y una de centroizquierda. De haberse mantenido unida hubieran aglutinado más del 65% con los votos nulos y blancos, que holgadamente hubiera ganado en la primera vuelta electoral. El candidato del oficialismo mantuvo un voto duro de menos del 40% del electorado.

Los ecuatorianos votaron por el cambio del actual régimen hiperpresidencialista, porque haya división de poderes, una Asamblea deliberante, un Poder Judicial independiente, un sistema de partidos políticos. Fin a la corrupción, mediante jueces, fiscales, contralores, superintendentes que actúen con rectitud. Existe perversión si hay un partido único y gobernantes vitalicios. Con pavor recordamos a caudillos como los Chávez, Maduro, Hitler, Pinochet, Mussolini, Idi Amin, Li Po, o Stalin; que de idealistas pasaron a empobrecer a sus naciones y a las purgas sangrientas en contra de sus adversarios.

Se desmitificaron criterios como que los costeños solamente votan por costeños y serranos por serranos; y que la colectividad no vota por banqueros; si al Palacio de Carondelet han accedido abogados, empresarios o economistas, entonces, por qué no Guillermo Lasso. La ciudadanía percibió el tufo del fraude electoral que ventajosamente fue superado con la convocatoria al balotaje respectivo. (O)