El séptimo Rafael

Daniel Marquez Soares

Cuenta la leyenda que Rafael Correa era un candidato sin tacha en sus primeras elecciones y que por eso era imbatible. Es inevitable preguntarse cómo le hubiera ido si es que sus enemigos hubiesen tenido la misma minuciosidad para investigar su vida que Mónica Almeida y Ana Karina López. En su indispensable biografía del expresidente, ‘El séptimo Rafael’, las dos periodistas arrancan con la vida de sus abuelos y concluyen sabiamente en los inicios de su gobierno, lo que evita que juzguen prematuramente su gestión. La obra no revela ningún escándalo ilegal del exmandatario, pero mata la ilusión y nos deja la terrible certeza de que la versión que hemos conocido de su vida, que él mismo cuenta y promociona, es mentira.

Atrás queda la imagen del expresidente como una víctima de un sistema excluyente, que surgió por su inteligencia y formación inusitadas y a una tenacidad sin igual. Prevalece la imagen de un presidente cuya vida personal, profesional y política se ha asentado en amplias redes de relaciones personales que tejió desde muy temprano.

Al final del libro, le queda a uno la escalofriante revelación de que no estamos gobernados por un grupo ideológico, sino por una camarilla de amigotes que se conocen desde la pubertad. Nuestra nueva casta rectora, decepcionantemente, ha sido parida por boy-scouts, colegios autoritarios y grupos católicos juveniles de Guayaquil, algo que ayuda a comprender su ligereza intelectual, maleabilidad ideológica y estilo de gobierno.

No nos encontramos con un hombre brillante; lo que hay es uno astuto que, relacionándose y promocionándose, compensa la falta de capacidad y avanza. Las principales constantes en su carácter resultan ser la ingratitud y el ensañamiento: desecha a quienes lo ayudaron y persigue inescrupulosamente a quienes no le gustan.

El perfil que trazan las periodistas resulta muy creíble, en tanto guarda gran coherencia con el comportamiento presidencial de la última década. Ahora, lo ideal sería que Correa complemente este esfuerzo no con una demanda, sino con unas memorias bien escritas y meditadas, que cuenten su versión y trasciendan el relato apresurado y proselitista de su vida al que nos tuvo acostumbrados en entrevistas y sabatinas.

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