Entrevista: Giuseppe Caputo habita ‘Un mundo huérfano’

Autor. Durante una de sus intervenciones en la Feria PUCE, el pasado mayo.
Autor. Durante una de sus intervenciones en la Feria PUCE, el pasado mayo.

El escritor colombiano comparte su mirada tras el éxito de su ópera prima.

DAMIÁN DE LA TORRE AYORA

Al poco tiempo que circuló ‘Un mundo huérfano’ (Literatura Random House), se tuvo que pensar en una segunda edición dado el éxito de la novela. La crítica le sonrió al escritor colombiano Giuseppe Caputo (Barranquilla, 1982). Los lectores también le sonrieron. Y las listas ya empezaron a incluirlo: él es parte de ‘Bogotá 39-Hay Festival 2017’.

Pero a la fama se la toma con calma. Caputo lo entiende: “El estar en Bogotá 39 y la respuesta del público me llenan de felicidad, pero estoy tranquilo. La literatura, para mí, es un espacio de felicidad y no quisiera que sea un espacio de presiones y ansiedades: la vida ya te carcome con eso”.

Estuvo de paso por Quito para participar en la edición 50 de la Feria Internacional del Libro PUCE –a la cual mira con buenos ojos porque “resulta interesante que una universidad dé parte de su presupuesto a una feria”-, y su opinión cobra mayor valía considerando que se encarga de la programación de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo).

¿Por qué plantear una historia de amor filial?

Porque siento que delegamos esa expresión a la historia de amor romántico. También pienso que lo romántico no puede solo limitarse a la pareja, porque en todas las relaciones hay frustraciones, rabias, alegrías, decepciones y celos. Ese padre y ese hijo son una pareja, son compañeros y amigos. Por otro lado, la historia se desarrolla en medio de mucha precariedad económica. Entonces, más que una historia sobre la precariedad es una historia sobre la recursividad frente a ese problema y cómo ellos se dan a sí mismos lo que la sociedad no les da.

Resulta interesante tu propuesta de que uno puede estar huérfano sin haber perdido a sus progenitores…

Pienso que hay varias orfandades en la novela. Está la orfandad económica, donde se mira una sociedad muy desigual. También hay una orfandad religiosa, lo digo en términos más generales, como un deseo de trascendencia al que los personajes no pueden llegar pese a que tratan de dar una explicación de su situación frente al mundo y que no lo consiguen. Una orfandad social tan definitiva en la práctica y en lo simbólico, donde pesa la homosexualidad. Una orfandad familiar donde el hijo se transforma en el papá de su papá.

Desde tu libro retratas a la sociedad en la que te desenvuelves. Se recurre a la violencia desde otro plano alejada a la narcoviolencia, por ejemplo, pero sigue siendo uno de los grandes temas de la literatura actual…

Lo que sucede es que la violencia ha rasgado hasta al arte, y eso te obliga a reflexionar en torno a ella. En los personajes hay un deseo de crear arte a través de sus dibujos: ellos tienen un deseo de creación, de arte y de belleza. La pregunta que surge en la novela es si ese deseo de creación está en las antípodas de la violencia. Lo que queda planteado es que la sociedad ha sido creada desde la violencia: la violencia es una creación destructora o si quieres una destrucción creadora, y pienso que la belleza y la violencia producen creación.

¿Creaciones pero distintas sensaciones?

Cuando tú estás ante algo bello siento que todo lo de alrededor desaparece. Cuando uno se enfrenta a una belleza perturbadora, me atrevería a decir que sucede lo mismo. Y siento que eso sucede también cuando uno está frente a un acto de violencia, porque desaparece todo lo que está a tu alrededor y pierdes hasta la noción del tiempo. En ese sentido, lo que sigue es retornar al mundo. La belleza produce un deseo de reproducir algo y con la violencia ocurre lo mismo. Ambas producen un desvanecimiento del mundo y la noción de volverlo a crear.

Si bien la relación que propones entre padre e hijo es muy diferente a lo kafkaiano, esa relación sigue siendo uno de los grandes temas de la literatura. ¿A qué se debe aquello? ¿Por qué hay una ausencia de la madre en tu libro?

Efectivamente, la relación que propongo entre padre e hijo es algo tierna y amorosa, contraria a Kafka. No hay un deseo de matar al padre. El hijo cuida al padre porque está deseoso de él. Personalmente, me relaciono con ciertas influencias literarias y con las personas que han ido marcando mi vida. Mis padres han sido fundamentales y siento que tuve una relación de bastante diálogo con mi papá.

La violencia ha rasgado hasta al arte, y eso te obliga a reflexionar en torno a ella”.

Sé que tu padre falleció mientras escribías el libro. ¿Cómo repercutió aquello?

Así fue. Ahí pienso que entra el tema del lenguaje. Las cosas que he escrito, más allá de publicar o no, se preguntan: qué lugar ocupa el lenguaje en los duelos públicos y privados. Qué lugar ocupan los mitos o los cuentos de hadas, es decir, las narrativas fundacionales en relación de cómo habitar el mundo al momento de afrontar una pérdida o al sufrir un acto violento. Me propuse que el libro tenga mucho de esas narrativas. Recuerda que cuando el hijo le pregunta al padre sobre la mamá, él le cuenta un cuento de hadas.

Me parece positivo que el tema de la homosexualidad sea recurrente en la actualidad, y me parece bien que las relaciones sexuales sean presentadas de forma explícita. Pero leyéndote, me preocupaba tu persona con tanta gente escandalizada a tu alrededor. ¿Cómo enfrentaste a la mojigatería y al conservadorismo?

Me gusta lo que dices (risas), porque siento que ha provocado que muchas personas hablen sobre la promiscuidad del personaje. No creo que es correcto usar la palabra promiscuo en contraposición a la palabra monógamo. Hay mucha carga moral en la palabra promiscuo. Lo contrario de monógamo es polígamo; lo contrario de promiscuo es algo así como mojigato-reprimido (risas). Estamos llenos de clichés sobre el mundo gay. Puede haber un imaginario de que el gay es promiscuo, pero no te parece más cliché el ser monógamo (risas). Pienso que el problema es que muchas comunidades, por largos años, han sido narradas por grupos dominantes que tienden a querer vivir en respuesta a algo. Lo que quise narrar es personas sin la pulsión o la necesidad de vivir en una respuesta permanente a cualquier discurso.

Cambiando de tema, ¿cómo se logra armar los contenidos de una feria tan dura como la Filbo?

La Filbo se trabaja con un año de anticipación. Mira, yo ya estoy armando la siguiente edición. Yo me encargo específicamente de la programación cultural. Mi gran preocupación es que exista una diversidad en todos los sentidos. Me interesa que haya grandes autores, como los emergentes; que haya grandes editoriales, como las independientes; que haya autores de todos los géneros. Lo que queremos es que la Filbo sea una gran puerta y el libro la llave de la inclusión: la lectura tiene muchos colores e intento que todos sean incorporados, porque pienso que es importante resaltar la diferencia de las personas ya que muchas veces se confunde lo convencional con lo normal.