Se usa el término gatopardismo en la ciencia política para explicar aquello que, aparentemente, cambia todo para mantener las cosas iguales. Este oxímoron, es decir, aquello que por sí mismo se contradice podría servir como parangón para analizar las primeras gestiones de Lenín Moreno por las siguientes razones. Por un lado, el Presidente busca el diálogo indistintamente de la ideología de los actores que participan en esta iniciativa, mientras que por el otro lado, el Gobierno es permisible frente al manejo propagandístico de la ala correísta que convirtió en un mitin la comparecencia del Vicepresidente a la Comisión de Fiscalización de la Asamblea, en un guion que sale de las ofertas que Moreno hizo en campaña: cirugía mayor contra la corrupción.
Pese a que los sábados no hay ese espacio propagandístico que confundió la rendición de cuentas con una avalancha de insultos, sin embargo no hay una postura definida acerca de las reformas que se deben realizar a la Ley Orgánica de Comunicación a sus cuatro años de vigencia. Tampoco ha sido definida la nueva línea editorial de los medios públicos, incautados y gubernamentales. En este aspecto se corre el riesgo de confundir la forma con el fondo y edulcorar la píldora sin que nada suceda, pese a que se bajó el tono de la confrontación.
En lo que respecta a las relaciones internacionales, la postura de Ecuador acerca de Venezuela no es comprensible. El actual Gobierno prefiere abstenerse en la OEA y llamar al diálogo cuando no pueden ser más evidentes los continuos golpes de Estado que ha propiciado Nicolás Maduro mediante el control del Tribunal Supremo de Justicia, el Consejo Nacional Electoral, la Defensoría del Pueblo y lo más grave de todo el uso de la militarización junto con el apoyo a grupos civiles militantes para que actúen como fuerza de choque contra la oposición. El nuevo Gobierno de Ecuador todavía no da las suficientes luces. Algunos siguen apostando a los 100 días, el país sigue en compás de espera y sobre todo en el tema económico.