El proceso

No se trata de la obra de Kafka, sino del obscuro proceso legal contra ciertos implicados en casos de corrupción que podrían beneficiarse del secretismo y de los vericuetos de una justicia mediatizada por la política controladora, y por el poder oculto o directo que mueve los engranajes de los juicios.

Tanto secreto para que el pueblo perjudicado por los delincuentes que lo han despojado con saña y alevosía, quizá nunca se entere del entramado de la corrupción que parece encaminarse a la impunidad, por sobre la “cirugía mayor” anunciada por el presidente Lenín Moreno; es que los delincuentes, en su yo profundo, suelen creer que nadie se enterará, siquiera, de que ellos son los ladrones, criminales, pandilleros, narcos, y un largo etcétera.

Negar es padre y madre, aconsejaban los abogados de los pillos cuando tenían que recurrir a la “letra colorada”. Fieles a esa sentencia, los acusados niegan, proclaman inocencias, se muestran impolutos o víctimas del odio político de opositores trasnochados, pero caerían sin remedio si hubiese una investigación seria o imparcial, en tano que a otros se les reconocería su inocencia y hasta se les pediría perdón por las sospechas que herirían dignidades.

La investigación debe abarcar a todos los niveles y estamentos del Estado si se quiere combatir la corrupción. Dicen que hay burócratas que, con total desfachatez, piden dinero para acelerar un trámite, otros solicitan “colaboraciones para el partido” y los de más allá para firmar un contrato. El caso de Odebrecht no es único, pues hay todo tipo de empresas que sobornan para ganar contratos o licitaciones.

La “cirugía mayor” podría comenzar por investigar a los nuevos ricos, pero con una justicia que garantice procesos limpios. Por ahora, el show debe continuar.

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