Divididos

AUTOR: Juan Sebastián Vargas

Rafael Correa está viviendo probablemente esa crisis existencial que seguramente le debe pasar a todo expresidente luego de haber manejado absolutamente todo, mucho más cuando a su alrededor se tejían las estrategias políticas, las decisiones más importantes, órdenes a todo nivel y todos sus caprichos por supuesto, de hecho Alianza PAIS (AP) es como si fuese propiedad de Correa, no existía otro líder que emerja y es precisamente por esa personalidad de superioridad egoísta que no permitió que algún personaje más a fin a sus supuestos ideales pueda surgir, simplemente en las papeletas no ganaban, ni Glass, ni Serrano, ni Rivadeneira ni, Patiño, a ninguno de ellos les favorecía las encuestas, es por ello que tuvo que recurrir a su plan B, Lenín Moreno quien era el único que podía competir con la oposición y claro con un triunfo muy polémico.

Moreno definitivamente tomó distancia, desde el día de su posesión en la Asamblea se evidenció un discurso distinto y sobre todo cordial y conciliador, lo que el Ecuador necesitaba luego de 10 años de confrontación y odio, porque si hay algo en lo que debemos ser claros es que a Correa le gustaba la bronca y la polémica, era el pan de todas las semanas en sus horripilantes y costosas sabatinas.

Ahora que Lenín no sigue al detalle los supuestos preceptos de la “revolución ciudadana” Correa lo ha llamado desleal, mientras Lenín se reúne con la oposición como todo líder moderno debe hacerlo, Correa lo llama mediocre y es que la división al interno de AP ha generado tensión a tal punto que se realizó una reunión esta semana para tratar de “calmar las aguas”, según algunos asambleísta de la bancada de la 35 su mayor temor es cruzar ciertas “líneas rojas” y llegar acuerdos con la derecha para retroceder los supuestos avances que el país ha tenido.

Si colocamos las cosas en perspectiva, el verdadero mediocre y desleal debería ser Rafael Correa, que ha sido preso de su avaricia política y de su desmedido egocentrismo y es que lamentablemente el expresidente no entiende que las diferencias son algo sano y normal en toda democracia, pero para alguien que ha manejado su partido y el país con autoritarismo el concepto de la palabra quizá no esté muy claro.