La oscuridad se acabó

CARLOS TRUJILLO SIERRA

No, no está claro el cielo todavía, pero con bruma y todo vemos más y mejor. Todavía hay vientos de violencia y borrascas, con unos cuantos truenos lejanos que ya no nos espantan como antes, ya hubo un Juez que no le dio gusto al antecesor. El actual, si quiere que confiemos en él, tiene que llamar al orden, especialmente, a ciertas correítas (Ministras y Legisladoras) que no entienden ni aceptan que la oposición no despareció ni en sus 10 gloriosos años ganados y que al pensamiento libre, a la libre expresión nadie los mata, ni con gritos ni con decretos.

Las Ministras, digamos, no pueden salir después de un pronunciamiento presidencial legítimo con que “eso está mal o que no le vamos a hacer caso”. El actual las nombró para ayudarle a manejar una parcelita de la administración bajo su conducción. El actual traza su política y ellas deben allanarse o renunciar. Pueden llamarlo traidor (ya lo hace el antecesor, eso no llama la atención por la confusión espacio temporal de la que sufre), y el antecesor tiene que aceptar que el actual no es su hombre de paja como en otras tierras.

Preocupan, asustan y alertan estas pobladas que tienen tiempo libre y dinero para ir a juzgados y fiscalías con palos, banderas, vuvucelas y fotografías del que sabemos para atacar a los que van a exigir justicia e investigaciones. Las escenas vistas en la TV casi creí, en principio, que eran de Caracas pero no, eran de Quito, la capital maltratada con tanta tarima y sánduche. Arriba vocabulario “maduro” y abajo, trompones, agua, palazos y empujones. Eso en el Ecuador, no!

¿Y los chinos qué?, enseguida les digo: Entre Quito y Beijing -la capital china- hay una distancia de 15.336 Km y una diferencia de 12 o más horas. Si del portugués no pudimos traducir los alegatos, ¿cómo podremos traducir los alegatos escritos en chino mandarín, cuando revienten en nuestras narices los negociados chinos hechos bajo toda reserva, sigilo y secreto y controlados casi personalmente por el mandamás? Recuerden viajó a Beijing, el protagonista está volando. ¿Los chinos? Bien, ellos no vomitan nada.

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