Mal ejemplo

Franklin Barriga López

En uno de los periódicos de Madrid, leo un reportaje en el que constan los nombres de varias personas condenadas por la justicia. Luego de haber cumplido cortas penas, disfrutan a sus anchas de cuantiosos bienes.

Los destinos predilectos de estos personajes de triste fama pero de relumbrón por sus abultadas billeteras son Mallorca y Marbella, verdaderos paraísos en el Mediterráneo, a los que acuden o residen gentes poderosas e influyentes de todo el planeta.

Yates, fincas, mansiones, ostentosas fiestas con invitados de alta categoría política, social y económica son propios del tren de vida que llevan a cabo tales sujetos calificados de corbata larga y moral corta, que pretenden lavar sus imágenes de esa manera, a fin de que la sociedad olvide los delitos que perpetraron: blanqueo de capitales, organización criminal, tráfico de influencias, cohecho, malversación de fondos, prevaricación y fraude.

La atmósfera en que se de-senvuelven tales ciudadanos está amparada por la corrupción, misma que ha posibilitado inmensos atracos a los fondos públicos, especialmente nexos con autoridades sin escrúpulos y la impunidad que es la madre de todo tipo de ignominias. En estas condiciones no es difícil cambiar de imagen y el posterior protagonismo en escenarios donde deben estar solo referentes de comprobada honorabilidad.

En nuestro medio, sin siquiera haber permanecido tras las rejas aunque sea por pocos días, varios acusados de corrupción, valiéndose de todo tipo de artimañas, han fugado al exterior donde tienen sus capitales, residencias y hasta ciudadanías, para que no les alcance el brazo de la justicia y poder gozar de retiros cobijados por la opulencia y el cinismo.

Lo narrado constituye una crónica repudiable de los tiempos actuales.


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