Un juego sucio de compadres

Manuel Castro

En verdad que en el país se respira un ambiente de libertad. Salvo para los directamente beneficiarios estos últimos diez años han significado un tormento para el Ecuador. Mas no queremos cuatro años de diálogos, importantes sí, pero en concreto el gobierno actual sabe lo que tiene que hacer, que es en primer lugar ser leal con todos los ecuatorianos, no con un partido, y en segundo lugar afrontar la crisis económica, jurídica y ética con sabiduría y decisión.

No es importante ni trascendente que dentro del mismo gobierno existan divisiones, pues es perder el tiempo tratar de sacar beneficio de aquello –la ansiosa oposición –, sino admitir lo que es evidente: nadie es como otro, se fue Correa nos toca Moreno. Ni mejor ni peor, pues en política solo gobiernan los hechos. Y si se ponen los dos de acuerdo será un malentendido, porque el país lo que quiere es un cambio real, efectivo y sincero.

Pero el cambio efectivo tiene que venir de un cambio de la estructura legal. Se dictó una Constitución que sirve para todo y para nada, tiene que cambiar.

Se han emitido leyes que soslayan la Constitución valiéndose de sus mismas y ambiguas disposiciones. Se mantiene todo el aparataje judicial, administrativo, fiscalizador del anterior gobierno. La mayoría de la Asamblea Nacional quiere mantener el país en la misma situación, tanto que su presidente llama “carroñeros” a los que osan oponerse a las actividades de Alianza PAIS, como si esa fuera su única misión. La impunidad y el olvido será el destino de los actos de la no discutida corrupción oficial, salvo algunas decisiones que más parecen tongos y cabezas expiatorias.

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