Llamarse Julian

Ángel Polibio Chaves

Varias veces me he permitido señalar que no hay peor injusticia que tratar por igual a quienes no se encuentran en la misma condición; al contrario, si hay algo que repugna a la conciencia de los hombres es el trato desigual a las personas que merecen un trato igualitario.

Hace pocos días se decidió sustituir la orden de privación de la libertad en un establecimiento público, que se había librado en contra de los señores Cléver Jiménez y Fernando Villavicencio, por arresto domiciliario; pero al mismo tiempo, se dispuso que deban portar un dispositivo electrónico para asegurar su comparecencia ante la autoridad competente con la periodicidad establecida en tal resolución, lo que resulta infamante, pues no se trata de delincuentes comunes, sino de personas que fueron acusadas de haber incurrido en una presunta interferencia o captura de información que se encontraba en archivos informáticos de terceros.

Hasta donde se tiene información, Julian Assange sería presuntamente culpable de una infracción similar, por lo que, según sus defensores, correría el riesgo de ser condenado por un tribunal de justicia norteamericano, por lo que se le ha otorgado la protección del Estado ecuatoriano, concediéndole asilo en nuestra Embajada en Londres. Este ciudadano, que ha contado con el celoso amparo del Gobierno del Ecuador, se ha permitido en más de una ocasión, no solamente inobservar las normas que corresponden a quienes gozan del privilegio del asilo diplomático, sino que ha tenido expresiones poco amables, por decir lo menos, con el país que protege su vida y su libertad, sin que haya existido la menor observación por parte de los responsables de la política exterior.

Que bueno habría sido que en el caso de nuestros compatriotas se hubiese tenido como referencia el exquisito trato que ha dado nuestro país al huésped londinense.