Un proscrito en su propio mundo

Manuel García Verdecia

Elías Canetti es un autor esencial, exigente, de esos que no se ceden un ápice en rebajar al lector hasta una escritura complaciente y embaucadora. Su literatura es del máximo rigor tanto en pensamiento como en estilo y, por tanto, se convierte en una aventura del conocimiento y el reto a cualquiera que se adentre en ella. El escritor habla del hombre enfrentado a determinadas condiciones que intentan asediarlo y reducirlo a un simple animal. Su obsesión tiene que ver con la tentativa del hombre por oponerse a la aniquilación y la nada.

De entre sus libros destaca sobremanera su única novela ‘Auto de fe’, donde narra la historia del profesor Peter Kien, afamado investigador de la cultura china. Este hombre se ha construido un universo en su hogar conformado por miles de libros entre los que vive y los que constituyen para él su más cercana y exacta realidad. Esto lo hace, a pesar de su talento y su capacidad para el estudio de los fenómenos culturales, un ser poco hábil a la hora de enfrentar dilemas prácticos.

Su soledad y las vicisitudes que esto impone, lo llevan a contraer nupcias con la única persona más cercana, su doméstica. Esto le deparará la más angustiosa de sus empresas, pues lo que prometía ser una existencia de apoyo y colaboración, se convierte en una pesadilla de mezquindad y agresión. La nueva inquilina irá usurpando el espacio de Kien y reduciéndolo a un cuartucho con algunos libros, pues hasta estos los va a vender. Kien es víctima de gente sin escrúpulos, que llevan a Kien a la locura. Finalmente, la esposa logrará expulsar al profesor de su propia casa y volverlo un proscrito en su propio
mundo.

La novela explora los mecanismos mentales y emocionales que hacen posible una experiencia como la del fascismo. Esta singular pieza narrativa, prohibida por los nazis, no conoció el favor del público hasta cuando el autor había publicado ‘Masa y poder’, un profuso ensayo que estudia el fenómeno de eso en que se convierten los seres humanos que no desarrollan debidamente su autoconciencia y automotivación, algo que se ha dado en nombrar con el humillante nombre de “masa”.

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