La dignidad del esfuerzo

POR: Fausto Jaramillo Y.

El triunfo de la atleta imbabureña Glenda Morejón conmocionó al país. No se trató únicamente de un triunfo deportivo histórico, sino que además puso el dedo en la llaga de la institucionalidad del Ecuador.

Glenda, jovencita y pequeñita, salió a marchar empujada solo por su coraje y su ambición deportiva. Poco a poco fue ubicándose entre el grupo de avanzada. En la última vuelta a la pista se la vio avanzar con decisión. Conforme se acercaba a la meta fue dejando atrás a otras atletas y en una final de infarto, en los últimos 10 metros logró despegarse de la última chica que pretendía opacar su triunfo, y remató con enjundia alcanzando una medalla de oro, y escribiendo su nombre, junto al de Jefferson Pérez, como los dos únicos atletas ecuatorianos en alcanzar el áureo premio en competencias mundiales.

Pero lo que muy pocos sabían era de los antecedentes de esta chica; su esfuerzo y coraje para vencer las dificultades. A la vuelta, en una rueda de prensa, su entrenador contó al país las penurias de su proceso de entrenamiento y de su pobreza.

Mientras tanto en las dependencias del Ministerio del Deporte, los funcionarios encargados de conocer y administrar el deporte, seguramente deben haber saltado hasta los cielos preguntando los antecedentes de esta desconocida que ganaba una medalla de oro mundial, porque sus ojos centralizados solo miran a quienes quieren mirar. Seguramente no conciben que en las provincias, muchas de ellas alejadas del centro del poder político, puedan surgir estos héroes que destruyen sus cómodas interpretaciones y superan con creces sus ciegas ambiciones.

La centralización o centralidad, como quieran llamarla, demostró una vez más su inoperancia, su incapacidad de entender al país, ese país que en los discursos se precia de la diversidad, se vanagloria de la inclusión, pero que en los hechos muestra su desnuda intolerancia y su ceguera congénita.

Bien por Glenda, nuestro humilde agradecimiento para ella y para su entrenador. Son ejemplos como el de ellos los que impulsan a los pueblos a mirar con optimismo el futuro y a comprender que el ser humano, cuando es libre, cuando respira libertad, es capaz de alcanzar la gloria. La dádiva politiquera, la que se basa en la propaganda y en las ‘selfies’, la que aparece en las tarimas, frente a los flashes de las cámaras, se ve sacudida cuando el trabajo, el esfuerzo y la dignidad son usadas por personas como Glenda ahora, o como Jefferson hace unos años, y nos muestran que son las herramientas verdaderas para alcanzar la cima.