Vocación y deserción

Rosalía Arteaga Serrano

Uno de los aspectos que sale a relucir cuando se analiza el ingreso de estudiantes a las universidades ecuatorianas es la carencia de un sistema de orientación vocacional que permita escoger, de entre las múltiples opciones existentes en cuanto a oferta universitaria, alguna que calce a sus deseos y a su preparación y aptitudes.

Así, el nivel de deserción en las universidades es tan grande, que muchas de ellas han tenido que reforzar su área de retención de estudiantes; estamos hablando, según lo revelan algunas publicaciones, de una deserción que supera el 40%, tanto en universidades públicas como en las privadas.

Estos índices nos revelan una falencia en la formación de los estudiantes que llegan a la universidad; que, lo sabemos, muchas veces arranca de la incapacidad lectora, de comprensión de lo que leen, de los niveles de lectura necesarios, y otras de falencias en la orientación vocacional.

Estudiantes que se entusiasman y deslumbran por determinadas carreras, sin darse cuenta de sus requerimientos. Como la estudiante que termina decidiéndose por la estética, pero que inicialmente pensó que su vocación era la medicina, o la que piensa en mecatrónica, sin saber exactamente lo que significa el estudio de esa disciplina, atraída tal vez por el nombre pero no por lo que entrañan los conceptos y la dedicación que va a requerir.

La tarea empieza en la escuela, prestando atención a las habilidades y destrezas de los niños, en qué áreas sobresalen, en qué especiales momentos se siente más concentrado y atraído por algo. Indudablemente debe haber un mayor relacionamiento entre padres y maestros, lo que, con las aulas abarrotadas de nuestras instituciones educativas, se transforma en poco menos que imposible.

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