Vuelven incendios forestales

ATILIO RUGEL ALBÁN

“La ocasión hay que crearla, no esperar a que llegue”, Sir Francis Bacon. No hemos aprendido la lección y pese a que no termina la estación invernal, ya comienzan a producirse los incendios forestales como el que acaba de darse al sur de la ciudad de Quito. Esta situación repetitiva no es cuestión del azar, sino de malos ciudadanos que padecen la enfermedad de la piromanía y gozan cuando ven elevarse las llamas que alimentadas por el oxígeno del aire la combustión se hace imparable. Con rarísimas excepciones el fuego tiene un origen de descuido como sucede cuando menores de edad quedan solos en sus viviendas o también cuando se produce un eventual cortocircuito.

Cuántas miles de hectáreas se han consumido en llanuras y bosques de la Costa y en las quebradas andinas que por la topografía del terreno y falta de caminos las motobombas de los cuerpos de bomberos no tienen acceso y sus mangueras carecen del alcance para evitar la propagación de las llamas y nos ha tocado ver cómo los sacrificados bomberos se enfrentan al calor sofocante con palas, picos y ramas de árboles de una manera burda, porque ni los aviones que descargan agua desde el aire abastecen la necesidad de neutralizar el fuego que todo lo devora y en otros momentos se han producido muertos y asfixiados en los lugares afectados.

Cuántas familias impotentes han llorado a sus deudos ante la pérdida del fruto de su trabajo de largos años donde se extinguen sembríos, mueren animales de cría doméstica y sus casas se convierten en escombros dejando una secuela de dolor irreparable. Así se extinguen cientos de animales que no alcanzan a salir de sus madrigueras y los pocos que lo hacen quedan enfermos y mutilados y sin el alimento que les proporciona su hábitat. Cuánto cuesta reparar un bosque y reforestarlo, es cuestión de meses y años no siendo una tarea fácil y pudiendo evitar estos males debe de hacerse conciencia y proteger más a la naturaleza porque el fuego no perdona.

Debe haber la capacidad de adquirir un compromiso y perseverar con los habitantes en zonas de riesgo donde el viento se desplaza a gran velocidad, desplegando una campaña que evite que desprevenidos ciudadanos voten colillas de cigarrillo o fósforos encendidos en zonas donde los pajonales se encienden con facilidad originando la desazón. Si las autoridades en el presupuesto de sus cabildos utilizaran parte de él para pagar guardabosques y los medios de comunicación colectiva adquirieran el compromiso de pasar cuñas de manera constante, podría evitarse que se originen los flagelos.