El punto G

AUTOR: Patricio Durán

¡Advertencia! Este artículo tiene un alto contenido sexual, sadomasoquista. Leerlo sin tomar precauciones aumenta el riesgo de embarazo no deseado, contraer enfermedades de transmisión sexual, volverse ciegos, que les salgan pelos en las manos limpias, se les nuble la mente lúcida o se les congele el corazón ardiente.

¡Mentira! En este artículo no me referiré a aquella zona erógena del área genital femenina, cubierta por un halo de misterio, ya que hay personas que dicen que no existe, otras no saben dónde encontrarlo, y otras desconocen su función. Me voy a referir aquí a otro punto G, más específicamente al punto JG, que, de manera similar al punto de marras, se ha convertido en un enigma difícil de dilucidar.

Mucho se ha debatido en torno a la existencia verídica o mitológica del controvertido punto JG; es decir, algunas autoridades científicas a nivel nacional sostienen que no existe tal punto JG, y que todo es por mera persuasión, mito o leyenda urbana de algunas mentes –ya no lúcidas- calenturientas. A lo sumo, dicen los que sostienen esta teoría, todo está en la cabeza de personas sufridoras, así pues, de nada vale andar hurgando por los recovecos más íntimos, ya que, al fin y al cabo, no se va a encontrar nada de lo que se busca.

Los partidarios de la existencia del punto JG sostienen que no es tan difícil encontrar dicho punto. La técnica consiste en la exploración, en la investigación, es decir, ir tocando diversas zonas a fin de localizar con precisión donde está localizado el punto JG. Se puede iniciar con caricias a un tío rico para que manen los fluidos de la pasión que nos lleven a desembocar en un orgasmo frenético, cósmico, con gritos y contorsiones como en El Exorcista, entonces habremos dado con el famoso punto JG. Si no se obtienen resultados, lo mejor es investigar en otra parte.