Lo que se ve no se pregunta

RICARDO VERA CALDERÓN

Lo dijo el popular cantante Juan Gabriel, cuando un periodista le preguntó sobre su preferencia sexual. Esta frase se aplicaría a nuestro medio, cuando preguntamos si los que pregonan que son honestos, lo serán realmente, ya que proclaman airadamente que son inmaculados, a pesar de que existen pistas y pruebas que sugieren lo contrario.

Los que acuñaron el término “caretuco” para definir un comportamiento cínico de un individuo, parece que ahora personifican a la perfección esa expresión pintoresca y coloquial, pero grotesca. Son tan cínicos que hasta sugieren que deben de beatificarlos por todo lo que han hecho por el País, olvidándose que era su obligación hacerlo ya que ganan sueldo. Son tan cínicos que llegan a insultar nuestra inteligencia, intentando convencernos que solo los otros son corruptos, y que ellos son santos. Son tan cínicos, que tratan de que les creamos que son pobres, y que viven solo de su sueldito. Pobrecitos.

Entonces, indignados ante tanta impunidad y “caretucada” en su máxima expresión, el pueblo exigió acciones a nuestro organismo de control, para que salga a defendernos ya que deberían ser los responsables de identificar errores o irregularidades en la administración de los fondos públicos. Y es ahí cuando vemos con repugnancia como el que fue Contralor por muchos años, no habría sido tan honesto como lo creía hasta hace poco el Consejo de Participación Ciudadana, ya que, de acuerdo con Odebrecht, habría tenido preferencia solo por efectivo. Parecería entonces que se puso al ratón a cuidar el queso, y nuestras arcas públicas habrían sido feriadas sin compasión por honestos salvadores de la Patria.

Por aquello yo ya no pregunto si son honestos. Se ve, se siente, la corrupción está presente.

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