Negligentes y ‘caretucos’

Alfonso Espín Mosquera

Después de tantos escándalos, versiones, audios, el último publicado el jueves por el Diario O Globo de Brasil, el presidente Moreno le ha quitado funciones a Jorge Glas, quien sigue declarando sus virtudes, honestidad y retando a que le prueben si efectivamente ha recibido sobornos, como si se extendiese un recibo por esas acciones fraudulentas. Hasta ha dicho: “Podrán quitarme todo, menos la dignidad”, en un acto de extremo humor negro y ha protestado porque le impiden el uso del avión presidencial.

A la par de este bochorno, los asambleístas verdes, preocupados por el futuro del Vicepresidente y su movimiento, y anticipando en declaraciones que lo que es con Correa es con Alianza PAIS, se reúnen sin solución y ojalá se estén culpando de los diez años de omisiones, de falta de fiscalización, como para consolidar esta suerte de sujetos, que al estilo de los carteles mafiosos más poderosos, cobraba “cuotas” millonarias para adjudicar contratos, sin que pase absolutamente nada, salvo que la justicia entregada al régimen persiga a quienes denunciaron visionariamente estas tragedias nacionales.

Ahora, que no se nos hagan los locos quienes tienen en sus manos la posibilidad de hacer justicia. El Fiscal General debe implicar al Vicepresidente para que con indicios de responsabilidad la Corte Nacional de Justicia, por el fuero del que goza Glas, pida medidas cautelares, de lo contrario una de estas mañanas aparecerá desde la clandestinidad o desde el calor veraniego de Miami: Glas, Pólit, Capaya, a despotricar en contra de la “oposición”, con cerveza en mano.

Qué “caretucos” para usar un término del correato: se gastaron en consulta popular a nombre de los paraísos fiscales, como si lo importante fuese el lugar en el que van a ubicar la plata robada, que bien puede quedar en tumbados, sótanos, colchones y más, haciendo así una cortina de humo ante tanta fechoría, cuando lo importante era no coger lo ajeno.

Glas es un nombre que acarreará una especie de tsunami de tramposos y corruptos que gozaron de prebendas, poder e impunidad; pero, bien dice el adagio: “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”.

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