Mercado Persa

POR: Germánico Solis

La intensión de este artículo es atizar en los ibarreños las experiencias que sentimos en las ferias patrimoniales. La costumbre, ha adormecido en los habitantes los tiempos festivos que se disfrutan en los trajinados mercados.

Existe una eufonía oriental que al escucharla nos traslada al colorido ambiente de la ilusión, -la canción se llama “Mercado Persa”- distinguimos hombres morenos con turbantes, mujeres de ojos encendidos, con vestidos largos y cubriendo su rostro con una manta, todos inmersos en el intercambio o la compraventa de productos y servicios. Se sumaría a la visión una tierra rojiza, tinajas como aquellas narradas en el cuento Ali Baba, flautas que hacen danzar serpientes, especies, granos, dulces, la magia de un lugar donde la acción humana hechiza, y parecería que, terminada la faena, se alejan trotando en los camellos de los reyes magos.

En la ciudad de Ibarra, todos los pobladores hemos llegado al Mercado Amazonas, y con los ojos abiertos nos hemos entusiasmado con las frutas, peces, legumbres, carnes, harinas, vestidos, calzado, comidas variadas y la oferta que va desde un tornillo hasta el servicio de los carretoneros.

El atractivo de los mercados es el evento de tocar los productos, saborearlos, la palabra que mercadea la compraventa, las voces de “venga caserito” y el arte de convencer que cada producto ofrecido es el mejor, sin olvidar el pedido de la rebaja o la “yapa”, que no es otra cosa que la entrega adicional a lo comprado.

En el Mercado Amazonas no existe el cochecito de los supermercados, ni las estanterías que encarecen los precios, no hay columnas ni tarjetas de crédito. El ama de casa lleva una canasta, dinero efectivo y la amistad de años con los puestos de venta.

El murmullo de la gente que va y viene, los griteríos de los ofertantes, son de por sí una canción. Los olores de las comidas, los colores de las frutas, las texturas de los objetos, el transitar entre cientos de personas, los apretujones, las sorpresas inesperadas, los encuentros, el contacto con indígenas, negros y mestizos, hacen de este impar hecho, el de asistir al Mercado Amazonas, en un acaecimiento que atempera la vida.