El país que deja la "revolución"

ORLANDO AMORES TERÁN

Vivo en un país cuyo canciller era inglés y desconocía historia de límites, a tal punto que mutiló el tratado de 200 millas náuticas, suscrito en 1952 por Ecuador, Perú y Chile.

Vivo en un país en donde el Ejecutivo hacía alarde que va a meterle las manos a la Función Judicial, sus esbirros le aplaudían y cuando se sienten descubiertos, afirman que es «delincuencial» que los pongan en evidencia.

Vivo en un país en donde despilfarrar 350.000 millones de dólares, se denomina «década ganada»; a los responsables, en lugar de enjuiciarlos como autores de peculado, concusión y cohecho, simplemente los vinculan como simples cómplices, para investigarlos por asociación ilícita.

Vivo en un país donde por 4 botellas de whisky hay evasión tributaria, pero atracar 41 millones, solo es «error de buena fe».

Vivo en un país donde la imbecilidad y el cinismo son infinitos; hay quienes defienden los «cambios» realizados por la «revolución», pues nos consideran idiotas, ya que vistos los acontecimientos: si los «cambios» fueron impulsados por corruptos, tales «cambios» fueron hechos para institucionalizar la corrupción, por tanto deben ser reestructurados.

En estas circunstancias, es impostergable que el mandatario convoque a Constituyente con la intervención de la ONU como autoridad electoral temporal.

Pero hacer una Consulta Popular, sólo para reformar parte de la Ley, es un desperdicio de dinero, tiempo, oportunidad política y jurídica.

La Consulta debe ser para convocar a Constituyente. Si no se reforma toda la estructura constitucional, el andamiaje de corrupción sigue intocado. El ordenamiento jurídico, es una gran serpiente. La Constitución, su cabeza.

Reformar parte de la Ley, es como sacarle una escama. Hay que cortarle la cabeza a la serpiente.

Al final, no hubo «cambios», sino la reivindicación del lumpen con discurso pseudo marxista. Un marxismo para el hampa, con vínculos internacionales.

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