Se acabó la fiesta y a rendir cuentas!

ATILIO RUGEL ALBÁN

“Muchas personas se pierden las pequeñas alegrías mientras aguantan la gran felicidad”, Pearl S. Back. El hombre de bien que no conoce de mezquindades y que considera a sus congéneres como seres humanos, jamás desentona la armonía del buen vivir. Yo le expresaba a algunos amigos con los cuales intercambio experiencias y que son conocidos desde la época estudiantil, que jamás pensé vivir esta época en que si el país hubiera tenido ruedas se lo habrían llevado a otros confines de la madre tierra. Habrían cientos de adjetivos para calificar la osadía y el descaro con que los protagonistas de la ‘década ganada’ según los de AP, han llevado a la Patria a la más vergonzosa situación que como ecuatorianos nos duele “llenando las chequeras de unos cuantos avivatos” en perjuicio de la clase más necesitada.

Y es que cuando no somos capaces de desprendernos de temores y quitarnos el disfraz, emerge el hombre con toda su fortaleza y vitalidad para hacer daño a la sociedad, porque en el espíritu de ellos todo pasa y porque sus ideas preconcebidas sabemos que no son producto del azar. No es posible que en el país existan personas que sabiendo la podredumbre humana que se opera en las altas esferas de la administración pública, solo por mantenerse en los cargos la audacia desborda los límites de la tolerancia y hacen declaraciones ambivalentes que denotan su frágil personalidad ausente de valores. Como un show y un circo, así lo entiendo lo que ha hecho la Asamblea de delegar una comisión de sus integrantes para que salgan a comprobar lo que pasa en la refinería de Esmeraldas, eso significa un viaje de turismo, como si ellos fueran técnicos que conocen de la materia y que saben tanto del engranaje de la refinería, como yo de cohetería.

De esta manera se convierten en simples paseantes que utilizan viáticos y otras prebendas para después decir que no pasa nada en la más miserable de las actitudes cuando los daños están a la vista y nada se puede esconder, al punto que esta forma irresponsable en grado superlativo de actuar nos deja huellas de dolor como expresión de la más ridícula y absurda apreciación de lo que ocurre. Ahora con una suspicacia zorrina le echan la culpa al terremoto, como si fuéramos tan ingenuos para no saber los daños que éste ocasionó y los malos arreglos que se hicieron en la repotenciación, obra que costó más de 2.200 millones de dólares y que hoy no puede funcionar y será paralizada por 45 días que le cuesta al país 1.200 millones de dólares diarios.