Permanencia

CARLOS TRUJILLO SIERRA

Dense las vueltas alrededor de esta palabra. Ni chicha ni limonada. Mírenla por todos los lados, simplemente es. Vayamos un poco más allá, lluvias permanentes: malo, inundaciones, derrumbes. Soles permanentes, malo: sequía hasta el hambre. Recuerdo, el recuerdo proviene de lo que decía Diógenes, hace unos 25 siglos: “La base de todo Estado es la educación de su juventud”. Saber y valor ancestral, permanece y permanecerá. Y no podemos dejar que se apropien ni que la tergiversen con interpretaciones antojadizas y en beneficio de un grupúsculo que se toma el nombre de todo un conglomerado, conglomerado que tendrá más o menos luces de acuerdo a la educación que haya sufrido.

Otro ejemplo de permanencia son los sedimentos y a estos, entre varias posibilidades, podríamos clasificarlos en inorgánicos y orgánicos. El polvo, la arena desparecen con el viento o la lluvia. Ni el viento ni la lluvia ni los soles nos libran de los sedimentos orgánicos que se aferran al suelo, a las paredes -los mohos verdes que flotan en las aguas, se secan, vuelve a llover y vuelven a reverdecer.

Luego quedan los residuos o sedimentos de una administración que cede de mala gana a la siguiente y estos residuos o bacterias o mohos se aferran con uñas, pies y manos a la prebenda que gozaban en el gobierno anterior y se escapan con sus normas propias y con sus caprichos desorbitados. Estos sedimentos orgánicos tienen terror a la luz de los tiempos. Ya fueron, hoy ya no pueden ser obstáculos en nuestro camino. Vean las fotos de las ruinas que dejaron y sus caras de yo no fui.

En dos o tres golpes: Refinerías, venta de petróleo, hidroeléctricas, se robaron más de lo que todo que se perdió en el feriado bancario, hablan de robo de hace 40 y más años. Ocultan millones de dólares en billetes en los cielos rasos falsos y se acuerdan del abuso de la señora del coronel (que con su sueldo no tenía para carro propio) que usaba el carro del Estado y al ordenanza de turno para hacer las compras del sábado en el mercado. Ahora mismo, cuántos miles de dólares estamos echando a las alcantarillas de Bruselas satisfaciendo la megalomanía y los sueños de seguridad de un señor que se pasa en el ático sin que nadie le pare bola.

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