La propaganda

Por: Franklin Barriga López

Los regímenes fascistas y comunistas se han valido y se valen de la propaganda para engañar a las poblaciones que caen en esas redes de falacias, de las que no pueden liberarse fácilmente, ya que están constituidas por duros mecanismos, desbordantes de aparatos gigantescos de vigilancia y represión.

Para crear ambiente de embustes sistemáticos y cambiar la realidad, cubriéndola de ropajes diversos que disfrazan los intereses totalitarios, utilizan este recurso que es manejado con astucia, perversamente.

Joseph Goebbels, cerebro gris del nazismo, enseñaba: “No hay necesidad de dialogar con las masas, los eslóganes son mucho más efectivos, ya que estos actúan en las personas como lo hace el alcohol”.

Eso es lo que se aplicó en nuestra Patria en los diez últimos años, cuando el gobierno anterior hizo gala de atosigante propaganda que impedía la réplica, so pena de sufrir retaliaciones, como multas, vituperio público y cárcel. El monólogo sabatino encarnó política de lavado de cerebros y cobarde virulencia verbal en contra de respetables ciudadanos y la prensa libre.

Se llegó al extremo de romper periódicos, públicamente, a manera de hoguera moderna que encendía un pontífice que se mareó en las alturas, que al no poder controlar su agudo resentimiento social actuó con berrinches, se desubicó, ocasionando daño a no pocas personas.

Su voz era tronante, como de mala caricatura del Zeus olímpico. Se imponía la orden indiscutible de Carondelet ante el entreguismo de los ovejunos que, algunos y en buena hora, van apartándose del rebaño, frente a los increíbles actos de corrupción que están siendo descubiertos y que estaban astutamente camuflados para vergüenza de nuestro país. Tarde o temprano se impone la realidad que no puede ocultar por siempre ninguna propaganda.

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