Angelicales

CARLOS TRUJILLO SIERRA

Antes de hablar de angélicos y diabólicos: debo recordar, celebrar y enaltecer los primeros 25 años de labor tesonera y combativa de este, el periódico de Esmeraldas, La Hora. Para él, todo el apoyo y reconocimiento futuros.

Y ahora, volvamos a los angelicales y sus imprescindiblemente antónimos, los diabólicos. Para un sector de mis lectores u oyentes yo debo parecer, muchas gracias, un diabólico; y para otro sector, gracias también, casi angelical. Gracias de todos modos, lo que puedo afirmarles es que no me invento significados nuevos para palabras viejas, no llego a ese extremo del modernismo, de inventividad y de mala fe. Me quedo con el significado que usted puede comprobar en cualquier diccionario o si la palabra es demasiado nueva o poco usada, yo se la explico con la mayor buena fe.

Diez años, los díscolos reclamamos por el debido proceso, la imparcialidad de la justicia, la prepotencia de Supercom. Arriba, nadie quiso oírnos. Ahora, los que estaban (y muchos todavía lo están) arriba claman y lloran y se lamentan como plañideras contratadas diciendo que solo exigen el debido proceso, tralalá, tralalá. Muchos hemos tenido sueños de que nos caemos sinfín, muchos deben estar sintiendo aquello en pleno estado de vigilia. Cómo se sentirá ese señor tan pomposo que decía que “las mujeres no deben quedarse embarazadas hasta no terminar la Universidad”.

Todavía nos siguen hablando de la grandiosa domesticación, perdón, quise decir educación con la que se condenó a la pasividad, al conformismo a generaciones de infantes y adolescentes. Universitarios locos de estrecha especialización y superioridad superlativa. La educación no se puede cambiar de la noche a la mañana. Los profesores irán cambiando en años, y en algunos casos hay que reeducarlos. El ambiente sigue aclarándose pero no desaparecen los efluvios asfixiantes del ayer. El mismo número de propuestas para la Consulta Popular es alucinante. Son 2725 preguntas, dando claro ejemplo de la división de nuestro pueblo y la mala educación.

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