Inteligentes y humillados

Daniel Marquez Soares

Tales de Mileto, cansado de que la gente se burlara de la pobreza de los filósofos y los juzgara incompetentes, decidió enriquecerse. Llevó a cabo unas pocas transacciones, amparado en su conocimiento del mundo y del ser humano, y levantó una fortuna obscena en meses. Así calló a sus críticos, hombres vulgares e inescrupulosos pasaron la vida persiguiendo la riqueza con poco éxito. Demostró también que, si no tuvo dinero antes, fue porque la persecución de este le parecía secundaria frente a la búsqueda de la verdad. Ya nadie podía decir que Tales se había dedicado a la filosofía obligado por la pobreza.

Guardando las debidas proporciones, morales e intelectuales, el político brasileño José Dirceu protagonizó una historia similar. Tras pasar décadas al servicio de la izquierda brasileña, lo que le valió desde meterse a guerrillero hasta ser el eficiente Richelieu de Lula da Silva, se vio súbitamente en el banquillo de los acusados. Se sintió traicionado, más aún cuando cayó en cuenta de que, pese a haber pasado años manejando cantidades astronómicas de dinero al servicio del partido, era un hombre sin patrimonio, al punto de apenas tener donde vivir y no poder costearse un abogado.

En ese momento, Dirceu decidió que era momento de hacer dinero. Usó su conocimiento y contactos de forma completamente legal, como relacionador público y negociador al servicio de empresas internacionales, y amasó una fortuna de cientos de millones de dólares en pocos años. Al igual que Tales, les calló la boca a todos los que lo acusaban de muerto de hambre, envidioso e incompetente, de haberse dedicado a la política de izquierda a falta de otra opción.

Ambas historias nos recuerdan que siempre es bueno pensar dos veces antes de humillar a hombres evidentemente inteligentes. Un sujeto así es inofensivo mientras es respetuoso con aquellos menos capaces que él, pero muy peligroso cuando, cansado de tantas provocaciones, empieza a desdeñarlos. Unas veces, como aquellos dos, se contenta con amasar una fortuna; otras, quiere venganza. En Ecuador, los poderosos siguen insistiendo en burlarse de la gente capaz.

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