Coyuntura

POR: CARLOS TRUJILLO SIERRA

En muchas instituciones, la reelección indefinida se creía que era un derecho inherente a la persona que se había trepado al cargo o dignidad en determinado momento. Fue práctica común entre los dirigentes estudiantiles. En algunas Universidades –quítense las telarañas y recuerden– el Presidente se mantenía hasta cuando todos sus compañeros desde el primer año ya habían egresado. Una, tres o cuatro promociones, dirigidas por un grupo, generalmente, que no había sido electo por los nuevos estudiantes. No se rían, sucedió y se vivió. Cuando pedí una explicación me dijeron “es una situación coyuntural”.

Pobre palabra, coyuntura convertida en el más craso y corrupto oportunismo. Es perverso hablar de defender los derechos de una sola persona (por sus mismas acciones, descalificada ya) en desmedro de los derechos -iguales- de millones de derecho habientes. Coyuntural implica también el momento preciso de ese entonces. Lo coyuntural hoy, mañana ya no lo es. Son penosos esfuerzos de mantener usos, costumbres y razonamientos hasta sobre los mitos. Queremos, o quieren que hasta los nietos y los nietos de nuestros nietos sigan pensando igual como el tatarabuelito exigió. Adolfo Hitler soñó con un Tercer Reich de mil años de duración. Duró doce años. Destruyó toda Europa y produjo más de 50 millones de muertos y millones más de vidas desastradas por la miseria en la que esos infantes tuvieron que vivir.

No solo es suficiente habernos librado de un megalómano para el cual nadie le llega ni a la suela de sus zapatos italianos, con todos los nubarrones en el ambiente y las triquiñuelas tramadas, imbricadas en la Legislación de los últimos 10 años y a pesar de todo el destape de la olla de sabandijas (destape que debió darse en diciembre del 16 con el Fiscal Chiriboga, pero que les habría fallado la consumación de su fraude vitalicio), no es persecución pero sí debe hacerse una limpieza, una fumigación, una desratización de tanto nostálgico fanático que amarga la vida de todo un pueblo. No esperemos mucho del Presidente, así lo pateen ahora los que fueron sus compañeritos. Lo que no haga el Presidente deberá hacerlo el pueblo, y nosotros (en Esmeraldas) debemos recobrar la rebeldía tan cantada del esmeraldeño.

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