Los muertos y los zombis

POR: Pablo Escandón Montenegro

Hay culturas que rinden homenaje a sus muertos con altares, ofrendas y comida para recordarlos y hay muertos que estando vivos se construyen altísimos altares monumentales para que la gente los use como urinarios, escondites y nunca recuerden quién los hizo.

Y es así como queda el fastuoso legado del exsecretario de ciencia y tecnología del Ecuador, quien, desde que dejó el poder de la educación superior, la ciencia, la tecnología, la innovación, la propiedad intelectual, las mallas educativas y las universidades estatales, vaga por el mundo como un zombi.

Las pirámides modernas de la educación superior en el Ecuador están sumidas en la peor de las consideraciones de la opinión pública y de la gestión académica. Pero por allí no vaga el zombi.

Caronte y Anubis son quienes transportan a las almas al mundo que está pasando las aguas de la vida, el inframundo, donde los hermanos del Popol Vuh juegan a la pelota con los dioses, o de donde Orfeo rescata a Eurídice. Estos son mitos, y el verdadero muerto viviente yerra por una institución a la que le insufló hálitos de vida para que luego esos suspiros le den el ánimo de arrastrarse a él y a su séquito de la manera más anónima y petulante bajo el membrete académico. No es un sarcófago ni un mausoleo, porque él puede salir y entrar a sus anchas, por ello, las cosas no huelen bien, y como todo zombi, lo que toca lo descompone, lo infecta y lo convierte en muerto viviente.

Los muertos se recuerdan siempre; los zombis se odian porque no están bien muertos y apestan. Nadie ama ni respeta a un zombi. Muchos les temen, pero a final de cuentas se lucha contra ellos, pues son seres de otros espacios, de otras vidas, que ya no tienen cabida en esta.

Recordar a un muerto en su altar es venerarlo. Pasar por el monumento faraónico del muerto sin recordarlo es justicia. Pero matar zombis es un acto que todos los seres humanos debemos hacer porque no hay que olvidar que convivir con los zombis no es tolerancia, es banalizar el mal.

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