‘Renacientes de La Vega’ revive la historia de los afros del Salado

ELEGANCIA. Con trajes muy llamativos, el ‘Grupo Renacientes de La Vega’ recorre el Sur del País Mostrando su Cultura.
ELEGANCIA. Con trajes muy llamativos, el ‘Grupo Renacientes de La Vega’ recorre el Sur del País Mostrando su Cultura.

Tienen su grupo de baile y música ‘Renacientes de La Vega’, para mantener vivas sus costumbres.

Redacción LOJA

LA HORA

Durante 1930 los afroecuatorianos del Salado habitaban en la hacienda de José María Eguiguren, denominada ‘Valle Hermoso’, en el cantón Catamayo, Loja. Ellos trabajaban allí pagando su obligación porque les prestaban el terreno para construir su vivienda.

De acuerdo con datos históricos, el 98% eran analfabetos, muy pocos sabían leer y escribir y eso se daba debido a que sus padres pagaban a alguien para que les enseñe o por lo menos aprendan a poner su nombre.

Los papás les instruían a sus hijos que para saludar lo debían hacer diciendo “buenos días ley de Dios” y cuando tenían que agradecer debían decir “Dios se lo pague, que Dios le dé el Cielo”.

La casa de ellos era de bareque, cubierta de moshquera y revestida con barro, el techo de paja de caña (hoja de caña seca).

El alumbramiento se daba con lámparas de querosene, sus camas eran de carrizo, con arcones de palo. La estera era de chanté y como almohada usaban un trozo de palo. Sus camas estaban bien tendidas con una colcha fina de lulo. Además, los patios de las casas debían estar bien barridos, de manera que el suelo quedaba como si estuviera cementado.

COSTUMBRES. Con recipientes en sus cabezas los danzarines muestran sus destrezas.
COSTUMBRES. Con recipientes en sus cabezas los danzarines muestran sus destrezas.

Sus costumbres

La vajilla era de barro, tenían cucharas y baleas de palo. En estas últimas ponían la carne para que no se dañe y como no existía jabón para lavar se utilizaba hojas de moshquera y quedaban limpios.

La alimentación se basaba, en su mayor parte, en carne, en la elaboración del sancocho.

Tomaban leche de chiva y hacían cuajadilla en vez de quesillo, que usaban para hacer el repe de guineo, el locro de yuca o para elaborar el poroto de palo.

Para traer el agua, las mujeres madrugaban. A las 05:00 la cogían del río grande en su parte media, ya que era dulce porque la que se encontraba en las orillas era más salada y podían distinguir su sabor. En el traslado, al agua la llevaban en cántaros y lo cargaban en la cabeza, donde ponían una rosea de chante para alivianar el peso. Luego para poder beber ese líquido lo ponían en un cántaro nuevo para que permanezca fresco.

Exquisita gastronomía

Las mujeres eran muy buenas cocineras, preparaban exquisitos platos como el sancocho y, por supuesto, el seco de chivo que hasta el día de hoy es un plato típico en esta comunidad.

El más pobre tenía de 15 a 20 cabras amarradas en el patio de su casa. Por las tardes las amarraban y en la mañana muy temprano las soltaban al campo y a esa hora empezaban a barrer su casa.

Las fiestas que celebraban ‘el día de las cruces’, el 3 de mayo, la música la tocaba la banda chichera en la que se entonaban instrumentos como el bombo, el redoblante, la guitarra, la bandola, la flauta y la hoja del naranjo.

Las mujeres bailaban con la olla en la cabeza. Sus patrones les ponían la botella de trago en la cabeza luego disparaban a la botella, bañándolas de trago, esa era su mayor diversión.

Luego de conocer la historia de los antepasados y, con el afán de no perder la identidad para seguir manteniendo en parte las costumbres de sus ancestros, se decidió conformar un grupo de baile, danza y música, el mismo que toma un solo nombre ‘Grupo Renacientes de La Vega’. Con este se trata de representar parte de las festividades, costumbres y bailes de los afroecuatorianos del salado nativos del barrio la Vega del Cantón Catamayo, Loja. (EVLL).