Fanatismo

Rodrigo Santillán Peralbo

Este Ecuador asiste a la cómica o dramática representación, a veces cruel e inhumana, del fanatismo que es la negación de la razón, la obnubilación de la inteligencia, la ceguera apasionada de una persona hacia una creencia o a algún personaje por el que suspira, vive y trabaja sin descanso.

El fanatismo es la caricatura grotesca de la gratitud, que es uno de los más altos valores de la especie humana, un elevado sentimiento con el que alguien reconoce a una persona que le ha hecho un favor. Necesariamente la gratitud manifiesta es una forma de demostrar amor, distinción y aprecio elevado a la persona que le fue útil en algún momento o circunstancia de la vida, pues todos los seres humanos se necesitan unos a otros. Agradecer es un ejercicio elemental de la persona que recibe algún tipo de ayuda, pero exagerar la gratitud es deformarla hasta convertirla en fanatismo.

Gratitud y lealtad son valores inmarcesibles. La lealtad que siente una persona a otra, o a un principio o ideal, es la demostración de fidelidad inquebrantable; es la expresión de la nobleza de sentimientos y valores irrenunciables, si esas manifestaciones se fundamentan en la rectitud, la honradez y la honestidad de vida, pero si esos valores se trastocan, convierte a la persona en fanática y el fanatismo podría ser el “dios o la religión de las fieras de la selva” que atacan, agreden, insultan y devoran a todos los que no creen como ellas.

El fanático es violento porque carece de argumentos que son propios del conocimiento e inteligencia. Existen religiosos y políticos fanáticos, y estos son los peores. Ya se ha visto que defienden lo indefendible como en el caso del encarcelado Glas y adoran a Correa, al que lo han convertido en dios de una falsa revolución que ha dejado un país en quiebra y corrupto.

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