Pequeños gestos

Ángel Polibio Chaves

Animado por la placidez de la mañana dominical, caminé por las calles de la ciudad en medio del trajín de las celebraciones de la independencia y pude observar con pena, que no aparecían ni la bandera tricolor ni la de la ciudad y la provincia sino en muy pocas casas; generalmente, se las veía en los edificios públicos, en los que algún funcionario diligente se había preocupado de colocarlas; una pequeña tienda de barrio lucía una bandera plástica y un niñito llevaba una pequeña banderita fijada en un sorbete, todo esto, mientras caminaba al acorde de tambores que a lo lejos acompasaban la marcha de los chicos que gallardamente participaban en el desfile.

Extrañé las banderas en los balcones, en las ventanas, en las terrazas; no me atreví a juzgar esta omisión, porque pensé en el esfuerzo que tras largas horas de repasos, significaba la presencia de nuestros jóvenes en el desfile; es decir que no faltaba su espíritu en la celebración, pero lo que añoraba era el pequeño gesto de exhibir la bandera.

Hallándome en esas cavilaciones, recibí un mensaje que tenía una flor que lo adornaba y advertí que estos teléfonos tan usados en estos días, tenían un enorme menú de íconos que evidenciaban a través de pequeñas imágenes, una serie de sentimientos y emociones, por lo que pensé que si en nuestra comunicación telefónica utilizamos casi en forma natural estos pequeños gestos, no sería difícil que los incorporemos también en las relaciones personales : pequeños gestos como recibir con una sonrisa a quien debo atender en mi trabajo; ceder el asiento a quien lo puede necesitar más; respetar el turno en las filas; arrojar la basura en el sitio destinado para ello, son pequeños gestos que pueden hacer nuestra vida más agradable.

¿Por qué no lo intentamos?