Reflexiones para los políticos…

Cada día quedan menos asambleístas de AP en el lado correísta y más en el morenista, seguro porque, una vez que sintieron que desde el ático no funciona el poder, entonces aseguran sus intereses por lo que vaya a ocurrir, mucho más que al segundo de a bordo la cárcel ya no le está significando un tiempo de vacaciones.

El hombre voraz que ocupa un puesto público y se siente eterno en él, aprende a medrar con experticia de lo ajeno y habrá que temer olvide todo escrúpulo para descender a los procedimientos más sucios con tal de consolidar una fortuna que le asegure a sus generaciones venideras.

Ante los niveles de corrupción que se han destapado en este tiempo del gobierno de AP, de la irónicamente llamada década ganada, la necesidad de alternabilidad en un sistema democrático se vuelve imperante porque encierra una verdad extremadamente necesaria para evitar la deshonestidad y todos los vicios de los mandatos sin límite.

La alternabilidad es la posibilidad real de que los gobernantes cambien periódicamente mediante mecanismos legales, principalmente electorales, a fin de que determinados partidos o personas no se perpetúen en el poder, lo cual es por esencia antidemocrático.

Definitivamente, en el desarrollo del poder los gobernantes sufren un desgaste por su propio ejercicio, y deberían pensar que su paso por un determinado cargo es una oportunidad temporal de servicio a la comunidad y, los bienes, emolumentos, prebendas con motivo de su trabajo, son mientras dure el mandato.

Uno de los problemas, quizá el más grave, de un Estado que quiere ser democrático está en que aun las mejores leyes, cuando se traspolan al plano político, van más allá de su razón de ser y de la realidad para la que fueron creadas y, entonces, en este escenario todo es posible y desgraciadamente, no existe lo justo porque tampoco hay independencia de funciones. Es mejor ser parte del bloque mayoritario que honesto, vale más ser ladino del caudillo que razonable y bien comportado.

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