Zimbabue celebra la caída de su ‘eterno’ Presidente

ALEGRÍA. los soldados celebran la dimisión de Robert Mugabe como Presidente.
ALEGRÍA. los soldados celebran la dimisión de Robert Mugabe como Presidente.

Redacción HARARE

EFE

Zimbabue, un país demasiado acostumbrado en los últimos tiempos a la penuria económica y a la recesión, se convirtió ayer en un estallido de júbilo, música, banderas y bailes tras la dimisión del hombre que lo ha gobernado con puño de hierro durante los últimos 37 años, Robert Mugabe.

“¡Hola! ¡Bienvenidos al nuevo Zimbabue!”, grita una y otra vez uno de los miles de ciudadanos anónimos que han tomado las calles de la capital, Harare, tras la renuncia del jefe de Estado, de 93 años, que parecía decidido a aferrarse al poder.

A escasos metros, un coche lleno de jóvenes entusiasmados se detiene bruscamente al ver a un grupo de soldados. Los chicos descienden del vehículo y se llevan a hombros a uno de los militares, auténticos héroes del pueblo por haber acelerado la salida del poder de Mugabe, quien prometió gobernar hasta los 100 años.

‘Golpe cortés’
La acción militar que ha precipitado el fin del mandato de Mugabe se conoce ya en Zimbabue como ‘el golpe cortés’, al haber conseguido derrocar a un Régimen tan longevo sin derramar una sola gota de sangre.

Esta jornada los zimbabuenses saludan a cada compatriota con quien se cruzan, ya sea andando, bailando, corriendo o asomado desde un autobús, mientras agitan una bandera de un país que hoy sienten que ha vuelto a ser suyo, tras años siendo “propiedad privada” de un autócrata.

Nadie se lo creía
La noticia de la retirada de Mugabe, leída en sesión parlamentaria, corrió como la pólvora en las redes sociales, muy populares en el país.

Y es que nadie se lo esperaba, ni siquiera su propio partido, la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico (ZANU-PF), que impulsaba el proceso parlamentario para destituirlo.

La caída de Mugabe la aceleraron Grace Mugabe y sus aliados, como Moyo, quienes forzaron la destitución del vicepresidente Emmerson Mnangagwa para consolidar a la entonces primera dama como única candidata a suceder a su marido en el poder, algo que enfureció al Ejército.