Máscaras

Eduardo Naranjo Cruz

La habilidad de engañar al otro parece tener una raíz primitiva enganchada al instinto de supervivencia, que, con la evolución del lenguaje en el humano, se convirtió en el método de dominio de unos sobre otros, de tal forma que los comportamientos que se ven, en general, son actuaciones que buscan ocultar las verdaderas intenciones que tienen aquellos que ofrecen ayudar a la mayoría de ciudadanos.

Esto lleva a entender cómo, en la actualidad, son tan poderosos los medios de comunicación, que gracias al alcance que poseen para llegar a diferentes públicos, especialmente la radio y la televisión, presentan la realidad enmascarada a la mayoría que no tiene capacidad de descifrar, explicándose por qué el dominio conocido como política utiliza la publicidad combinada con acciones de ajedrez para mantenerse en el poder.

Ante un escenario donde las poblaciones crecen exponencialmente, al igual que las desigualdades y donde las soluciones son escasas, la única forma de mantener el equilibrio es mediante un engaño sistemático, con lo que los que están de turno lanzan mensajes para mantener tranquilos a las mayorías y contento al poder real que siempre como un dragón trata de devorar todo, bajo la premisa de sostener al mundo.

Observando detenidamente, la historia se repite una y otra vez, los tres poderes hegemónicos: capital, religión y fuerza armada son los que deciden el rumbo de la historia, sin embargo para algunos creyentes llegó el momento de cambiar, convencidos en que las masas educadas tomaron conciencia de su situación y están en posibilidad de alcanzar el poder, sin embargo quienes infieren sobre el futuro no ven un mundo posible y teóricamente diseñado como viable. La hipocresía humana como estrategia es la primitiva máscara que lleva al cinismo.

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