Mete la mano

CARLOS TRUJILLO SIERRA

Pero no como lo hizo el que está volviendo. Metamos las manos en el campo del cual algo o bastante sabemos. Les aseguro que no meteré mis manos ni mis narices en la Física Cuántica ni, como otro ejemplo, en Medicina. Pero es obligación de toda mente equilibrada -dudemos de las lúcidas excluyentes- y de la experiencia que tengamos para desbrozar el camino culebrero en el que estamos. Seis meses han pasado, ya sin el miedo que planeaba sobre la mayoría, en el fondo, resabiada. Pero se necesita abandonar la comodidad ociosa y estéril y asumir responsabilidades y compromisos para sacudir a quienes siguen sumidos en el sopor alucinante de la mentira.

Por favor no hable de lo que no sabe o nunca llegará a entender porque ese no es su campo. No invadamos campos ajenos perjudicando a sus legítimos dueños. La floricultura o floristería es bella, es provechosa pero no le da facultad para joder la educación de todo un país. La electrónica, las telecomunicaciones son indispensables hoy en día, pero de eso a querer imponer sus caprichos en el campo de la Jurisprudencia es una intromisión intolerable que nadie puede aceptar, bueno, tal vez, los pillos que medraron de tanto desafuero.

Perdonen mi intromisión en sus momentos de reposo o relajación: Muchos saben que soy un fumador impenitente, pero también estoy informado y trato de mantenerme así. Llamo la atención a este capricho porque nunca he visto a un fumador de cigarrillos alucinado, robando o consiguiendo con cuchillo en mano su cigarrillo necesitado. Por años y por todos los medios sabemos de robos, asaltos y hasta asesinatos por conseguir cocaína, heroína, hashish, opio y hasta lo que se dice la medicinal marihuana. Las restricciones y reglamentaciones al tabaco se cumplen en su mayoría.

Los opiáceos y sus consumidores amparados por su remoquete de enfermos no cumplen ninguna norma y la Asamblea de Montecristi liberó a miles de mulas por ser mulas. Los Padres de la Patria y muchos otros nunca se enteraron que estas drogas liberan de toda inhibición a sus devotos. Sin inhibiciones se multiplicaron por mil los femicidios y asaltos sexuales. ¿Los asaltantes sexuales, dirán que son enfermos como los adictos? ¿Qué haremos?

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