JOFFRE DAZA QUIÑÓNEZ
En pleno siglo XXI, con indignación recibimos la noticia que actualmente en el continente Africano, particularmente en Libia y otros países, se practica la venta de seres humanos como esclavos; esta plaga la sufrió gran parte de la humanidad en el mundo durante el sistema monárquico que imperó hasta el siglo XVIII.
El cochino dinero y el egocentrismo de unos pocos seres, aprovechando el descubrimiento de la agricultura, se organizan y ocupan vastos terrenos en todos los países del mundo, una vez que se dan cuenta que podían producir frutas, verduras y alimentos en general, cuya producción sobrepasaba las necesidades familiares, creando un excedente que les obliga a almacenar productos, lo que trajo como consecuencia la aparición de la propiedad privada.
Pero no era suficiente para los terratenientes, tener tierra y semillas, necesitaban mano de obra regalada para que les haga las tareas necesarias para la producción agrícola, por lo cual se crea una forma de organización social llamada Estado esclavista, forma indigna de explotar al hombre por otro hombre. Se impone una estructura de poder con la creación de la fuerza pública, reyes, gobernadores y lacayos, que a punta de garrote y muerte obligaban a los esclavos a trabajar a favor del rey y su familia, sin las mínimas garantías, ni derechos humanos. El poder totalitario y monárquico gobernó el mundo hasta 1789, cuando la revolución francesa se levantó en contra del monarca dándole muerte y marcando el nacimiento de los derechos y la democracia.
En 1831 en Jamaica revuelta de negros esclavos; en 1848 en Francia y 1863 en Norte América, definitivamente se declara la abolición de la esclavitud firmada por Abraham Lincoln. Es un crimen de lesa humanidad cometido por gentes inescrupulosas y criminales dedicadas a la venta de carne humana; es imperativo que intervenga el Tribunal de La Haya que juzgue y sancione a los esclavistas y se ordene liberar hasta el último esclavo que exista en el mundo.