Más malvado

Autor: Daniel Márquez Soares

Una persona racional y civilizada entiende que la organización y la tecnología son la clave para lograr sus objetivos. Sin embargo, a veces preferimos creer en supersticiones redentoras que nos garantizarán el triunfo aunque seamos incompetentes: suerte, gracia divina, coraje, superioridad moral, etcétera. Incluso, a veces, asociamos maldad con posibilidad de éxito.

Rafael Correa acaba de sumarse a la pléyade de ecuatorianos convencidos de que les hubiera ido mejor si hubiesen sido un poco más malvados. Tiene la certeza, y lo repite, de que la desintegración de Alianza PAIS y la intriga palaciega que terminó alejándolo del poder fueron producto de su ingenuidad y exceso de bondad. Pobrecito.

Es ridículo pensar que picardía o veneno son determinantes para triunfar. Ni que fueran, en nuestra vil especie, difíciles de hallar. Lo que sucede es que preferimos vernos como virtuosas víctimas antes que aceptar que nos vimos superados.

El exmandatario no cayó por su inocencia, sino por sus propias malas decisiones y procederes. En su círculo, privilegiaba la lealtad antes que la capacidad o la honestidad; pero olvidó que solo en momentos de debilidad se puede distinguir la lealtad de la adulación. Así, al primer tambaleo, muchos de sus más abnegados esbirros optaron por el nuevo todopoderoso. Asímismo, el obsceno derroche que llevó a cabo con el dinero público atrajo a una legión de codiciosos que no querían perderse la fiesta; es normal que gente así se mueva con la marea.

Su forma de mandar, imponente, aterrorizadora e impulsiva, así como su forma jactanciosa y abusiva de ser, eran arrolladoras, pero, al mismo tiempo, abonaban al rencor en su círculo. Muchos de los eternos sobrevivientes que habitaban en ese entorno ansiaban morbosamente, en el fondo, verlo caer. Esa manera dramática, apresurada y distraída de gobernar invitó también a trepadores y oportunistas.

¿Qué lealtad puede exigir a sus subalternos un hombre cuya vida es un canto a la ingratitud? Hicieron lo que aprendieron de él. Su caída no denota exceso de ingenuidad, sino falta de previsión y ecuanimidad. Por eso le es tan difícil digerirla

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