Quito lindo

AUTOR: Ángel Polibio Chaves

No me atrevo a ingresar al debate de la fecha exacta de fundación de Quito ya que, con distintos argumentos y por qué no decirlo, con distintas intenciones, se debate sobre si ello ocurrió el primer día o el 6 de diciembre; discusión al margen, lo importante es que los ecuatorianos podemos sentirnos orgullosos de tener como capital a esta ciudad, que tiene esa gracia indescriptible de las cosas bellas y queridas.

Sí, porque no se trata solamente de algo lindo, sino de ese encanto que la hace una ciudad diferente, que tiene ese algo que te abriga el corazón. ¿Será tal vez por ser mestiza? Porque en sus casas y sus calles encuentras el barro y la piedra oscuros confundidos con el sol meridional cuya luminosidad no tiene parangón. Será porque te deja sentir la herencia de un pueblo rebelde que en Las Alcabalas, y en agosto, y en mayo, dijo ¡basta!, como lo ha dicho tantas veces aún en la república, pero que se desangra en plegarias tiernas en sus maravillosas celebraciones de la semana mayor del cristianismo.

Sincretismo lo llaman, yo lo señalo como mestizaje; bendito mestizaje; ciudad mestiza como Espejo, el más grande de sus hijos; mestiza como la obra de un Olmos, un Pampite o un Caspicara; mestiza como su música que, aunque alegre y con raíce españolas, no deja de tener un dejo de nostalgia nacido de los Andes, que en conjunción cósmica constituyen un escenario soberbio de solemnidad y de grandeza; mestiza como sus mujeres, lindas guambras de alma blanca y de rostro moreno; como su himno, nacido también del mestizaje de un poeta imbabureño y un inspirado compositor hispano.

Loor a tí ciudad entrañable y querida; hoy vamos a cantar esa bella estrofa de tu himno: “porque te hizo Altahualpa eres grande y también porque España te amó.”