Consejo ciudadano

Eduardo Naranjo

Los aparentes avances de la democracia van creando conceptos teóricos, con cuya aplicación las sociedades buscan transparencia y justicia en la administración del Estado, sin embargo, no siempre se logra el objetivo, tal parece ser el caso de nuestro Consejo de Participación Ciudadana.

Las buenas intenciones de los teóricos se diluyen, frente a la estructura imponderable de los seres humanos, que por naturaleza somos primitivos, individualistas y multivariados, de ahí que construir un sistema de componentes llamados ciudadanos es sumamente complejo.

El hecho de que se llame ciudadanos con derechos y voz a todos los componentes de una población, no encaja con la realidad en la que, la desigualdad de información y conocimiento que tiene cada pieza de este ajedrez limita que las cosas funcionen, sin embargo todo esfuerzo está bien, siempre y cuando aquellos que llegan a las altas funciones de control, especialmente para vigilar y castigar la corrupción fuesen los más sabios, justos, valientes y honestos, asunto casi imposible de certificar, pero en todo caso es necesario un Consejo con poder e independencia.

En nuestro caso hay que considerar dos cosas, la una, el mecanismo de selección de estos notables representantes debe ser extremadamente eficiente para evitar fraudes y presiones de cualquier lado y la otra asegurar de manera eficaz su absoluta independencia, de lo contrario tenemos un claro ejemplo.

El Consejo no tuvo dudas en seleccionar como Contralor a un viejo pájaro de alto vuelo, que huyó y que ha sido denunciado como el cuarto poder, algo imposible de imaginar, lo que consecuentemente muestra lo vulnerable de los representantes ciudadanos. Son los mecanismos de selección y la capacidad de obtener información válida lo que falla contundentemente.

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