Purgas

Por: CARLOS TRUJILLO SIERRA

Pensemos: Purga, purgar, purgaciones, purgatorio (pagar la pena). Todos deberíamos estar en capacidad de entender y comprender esos significados, sus variaciones y matices y la oportunidad de su uso. Para los devotos debe estar muy claro el concepto de purgatorio y de pagar una pena, para la justicia y su brazo ejecutor, igual. El pueblo más llano entiende perfectamente purga, tanto como medicina, los efectos de ésta y en general, la eliminación de cualquier impureza o materiales perjudiciales para el organismo. Y los políticos, especialmente los instruidos, saben -hasta por historia- a la perfección lo que es una purga.

Los de izquierda (aunque no lo acepten públicamente) y los de derecha para enrostrarlos, nunca olvidan las purgas del Partido Comunista de la década de 1930 en la Unión Soviética del Padrecito Stalin. Muy poco menos espectaculares, aunque igual de sangrientas, hasta los años 60, 70 y 80 en Polonia, Hungría, Checoslovaquia (la primavera de Praga), Rumania y otras menores, sin olvidar, claro, las del camarada Mao en la China. Otras purgas han perdido notoriedad visibilidad pero se han convertido en “limpiezas étnicas”.

En Europa (tal como lo oye) un general bosnio o serbio o mezclado acaba de ser condenado a prisión perpetua, tras 24 años de juicio por la matanza de más de 8.000 ancianos, adultos y niños, pobladores de un pueblo íntegro de nombre impronunciable para nosotros, y uno de sus compinches se envenenó ante los jueces; igual en el África. En estos días, ante la televisión y su audiencia impávida la limpieza de los rohinyá.

Y todos nosotros debemos purgarnos de los errores y horrores conceptuales que trataron de imponernos, en nuestra sociedad debemos purgarnos del gran inquisidor que no entiende que se le acabó la teta y el piso, y tenemos que purgarnos de una Secretaría Nacional de Investigación (como la Alemania Oriental de la STASI en los años 90) y tenemos que librarnos de ese funcionario altísimo que en su currículum vitae aparece como ministro de Daniel Ortega en Nicaragua y de su altísima y poderosísima esposa que adora y defiende a Maduro y a otros monstruos. Debemos purgarnos de todos los que entraron por la ventana, sin títulos ni merecimientos y que siguen realizando su labor diaria de termitas (comején).

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