No ocultemos la risa

Manuel Castro M.

En estos días festivos vale recordar la novela ‘El nombre de la rosa’ de Humberto Eco, en la que suceden extraños asesinatos en un monasterio, durante el medioevo, y que al final todo había sido por ocultar un libro escrito por Aristóteles sobre la risa y su valor, pues se consideraba que el humor es peligroso porque descubre la realidad del ser humano.

Comentan unas señoras: “¡Qué risa, hija, en esta Navidad dizque van a recaudar lo perdido, por eso el ex dueño del trono vino al Ecuador y se pasó lueguito por Panamá, dizque para pedir el vuelto a la OEA!”. Otras damas comentan: La base del matrimonio entre correístas y morenistas es la mutua incomprensión.

El Papá Noel del actual Contralor resultó su exjefe, pues le dejó los informes listos para firmar, a fin de que se luzca su excontrolado. Dicen que 28 de diciembre, Día de los Inocentes, habrá un coctel que tendrá como invitados a Capaya, Vidrio, el tío y otros notables encerrados sin pruebas, pues como dice Oscar Wilde: “Los estafadores, que viven de la repetición, convierten un mero apetito en arte”.

Afirman que la última ‘erección’ de Rafael fue el edificio en que funciona Unasur. Sugieren que el Fiscal no debe encausar al Procurador sino a la puntualidad, que es el ladrón del tiempo.

A un quiteño se le pidió que definiera qué es una virgen y contestó así: “La que está libre de polvo y paja”. A un aliancista fanático le increpan: “¡Por qué no fuiste a la última reunión del movimiento!”. Este contesta: “¡Si sabía que era la última reunión iba!”.

Muchos políticos dizque no quieren que en estas navidades les regalen ternos sino ternas, pues como dice el mismo Wilde: “Los placeres sencillos (un cargo público, por ejemplo) son el último refugio de los hombres complicados, que después resultan implicados.”

Como para el año que viene muchos tenemos malos pensamientos, viene al caso, como remedio, lo dicho por Lin Yutang: “La función química del humor es cambiar el carácter de nuestros pensamientos”. Bueno, en el 2018 a todos nos queda o reírnos o reformarnos y salvar a esa suma de individuos que llamamos patria, como dice Borges.

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