Desde el otro lado del mundo

Rosalía Arteaga Serrano

He tenido unas Navidades totalmente diferentes. El esmog temible que se acodera en las calles de Calcuta y que lo invade todo, dejando una sensación de pesadez en la cabeza, y que también se apodera de las calles de la capital, de Nueva Delhi, junto con el bullicio que no para, los bocinazos, el espectáculo de las vacas abriéndose camino en los lugares menos esperados, para luego sentir esos chispazos de espiritualidad que afloran en los discursos, en la lenta parsimonia con la que nos acogen en varios de los lugares visitados.

La maravilla de acercarnos a la puerta de entrada de los Himalayas, esas montañas míticas y majestuosas, donde inicia el río sagrado, el Ganges, con sus aguas de tintes azulados y verdes, que es como una constante en la zona de Rishikesh donde hemos sido acogidas por el Swami Chidanand Saraswatiji en su Ashram de Parmath.

Hay perfume de incienso y de flores, hay candelabros con fuego que chisporrotea, y también guirnaldas tejidas con manos amorosas, palabras en las que destacan el respeto por el pensamiento de los otros, las alusiones permanentes a la calidad que las mujeres deben obtener en la sociedad, así como la preocupación por la naturaleza.

Me alentó escuchar estos pensamientos del Swami Chidanand, una voz muy respetada en India y en otras latitudes, que reflejan el reconocimiento de una sociedad moderna, pero también las referencias a la ancestralidad y las tradiciones tan fuertes y poderosas en este enorme país que parece un continente.

Las celebraciones navideñas son un feriado nacional. Los tintes de la India en Navidad no van a ser fáciles de olvidar, se nos quedan con un grato sabor de lo diferente, pero también de la riqueza y pervivencia de las tradiciones y de la espiritualidad de este pueblo.

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