La quema del año viejo, tradición ecuatoriana

MUÑECOS. A los años viejos se los confeccionaba con ropa vieja y aserrín.
MUÑECOS. A los años viejos se los confeccionaba con ropa vieja y aserrín.

El último día del año se celebra en el país un ritual de fuego que representa la muerte o culminación de un ciclo y el nacimiento de otro. En los barrios, las calles, las avenidas, las plazas y los lugares públicos las personas se reúnen y, en medio de vivas, abrazos y manifestación de buenos deseos, cuentan los minutos para que termine el año y quemar al año viejo. En ese instante se expresa la intención de dejar atrás los momentos negativos y sostenerse en la esperanza de un nuevo año más propicio y favorable.

A pesar de que su origen se pierde en el tiempo, esta tradicional fiesta no ha permanecido estática, sino que ha sabido adaptarse a las condiciones actuales.

La publicación ‘Los años viejos’, del Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito (Fonsal), hoy Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP), refiere que son pocos los documentos que aluden al origen de la fiesta de Fin de Año, pero abundan relatos que remiten a periodos diferentes de la historia, que sugieren diversas fuentes y puntos de inicio de esta inveterada costumbre.

Las versiones

La versión más antigua la ofrece el cronista e historiador guayaquileño Modesto Chávez Franco, en el relato ‘El verdugo’, de sus Crónicas del Guayaquil Antiguo (1930). Allí insinúa que el nacimiento de esta costumbre se desarrolla en Semana Santa, cuando los misioneros españoles hacían unos muñecos grotescos rellenos de pajas, virutas, cohetes y pólvora, tal como los actuales años viejos.

Se les prendía fuego por la noche, como un simbólico proceso inquisitorial contra el judío y como recordatorio de la traición de Judas Iscariote. Lo que no queda claro es cómo y cuándo esta representación religiosa logró desplazarse hacia territorios más profanos.

Rodrigo Chávez González, ‘Rodrigo de Triana’, periodista e historiador, hijo del anterior, en la crónica publicada en 1961, basada en un relato de su abuela materna, habla de un año viejo de carácter político. Escribe que el 31 de diciembre de 1871 se había prohibido actividad alguna en Guayaquil, por el temor de Gabriel García Moreno de que en esas celebraciones los liberales se aprovecharan para alterar el orden. Unos jovencitos entusiastas, que habían confeccionado un muñeco gracioso, fueron a la Intendencia a pedir permiso para quemarlo. El intendente pidió ver el monigote y como lo encontrara ligeramente parecido a don Gabriel, dispuso que se hiciera pedazos y mandó por 48 horas a la cárcel a los mozalbetes.

Martha Tomalá de Florencia, otra investigadora, en su artículo publicado en 1972, sobre el origen de los años viejos, recoge la versión del español Pedro Miller, quien anota que en 1870, cuando llegó a Ecuador, ya se practicaba esta costumbre. […] y era el populacho compuesto de aborígenes y mestizos de bajo estrato social el que monopolizaba esta incineración.

También se pregunta sobre los posibles vínculos de los años viejos ecuatorianos y Las Fallas de Valencia, en España, y refiere que en la publicación ‘Costumbres de Guayaquil’ (no cita autor) se dice que ‘los muñecos fueron introducidos por españoles valencianos y andaluces’. No obstante, apunta que “los aborígenes de nuestro país acostumbraban a hacer grandes pacas con la vegetación que ya había dado sus frutos, quemándolas, en un ritual que practicaban al comenzar la época de lluvias”.

Primeras evidencias de los años viejos

En diciembre de 1897, un año después del ‘incendio grande’ de 1896 que asoló Guayaquil, las calles se llenaron de gente del pueblo alegre y ruidosa que festejaba el año que muere y la llegada del nuevo. El naturalista italiano Enrico Festa describe que: “grupos de enmascarados llevaban muñecos que representan al año que termina, le hacen un cortejo fúnebre y a media noche, entre salvas de artillería, disparos de petardos, alegre repique de campanas saludaban al nuevo año”. Tres son los elementos del ritual enumerados por Fiesta: las máscaras, los muñecos y el cortejo y destaca la alegría y el ruido de los celebrantes, “gente del pueblo”, es decir, personas de bajo estrato socioeconómico.

No obstante, lo más importante del testimonio de Enrico Festa tiene que ver con la voluntad de los obstinados guayaquileños de seguir celebrando la quema ritual, a pesar de lo fresco que estaba en la memoria colectiva el pavoroso incendio de octubre de 1896, que dejó en escombros a buena parte de la ciudad y cobró la vida de muchas personas.

Pero el fuego siempre fue un arma importante para combatir las pestes y epidemias que se ceñían sobre el puerto. En 1842, atacó la fiebre amarilla y muchos vecinos, por disposición superior, quemaron grandes atados de ropa de los difuntos (colchones, almohadas, sábanas, ropas…) y evitar así un posible contagio.

No se sabe si esta costumbre de fabricar monigotes con la incineración de las pertenencias de los contagiados tenga que ver con los actuales años viejos.

En la edición del primero de enero de 1898 del periódico El Grito del Pueblo se describe lo que ocurrió el 31 de diciembre de 1897: “En el centro de Guayaquil: […] los relojes públicos dan las 00:00 y se oye la salva de cañonazos de la artillería, se echan a vuelo las campanas de la ciudad, los vapores fluviales pitan, reviéntanse petardos y concluimos afortunadamente las carillas”.

Con la llegada del siglo XX, el diario El Tiempo de Guayaquil publicó el primero de enero de 1901 una serie de informes sobre la jornada del 31 de diciembre de 1900, cuando se despidió el siglo decimonono: “Por las calles de ‘Colón’ y ‘Caridad’ unos muchachos cargaban un muñeco de regulares dimensiones que representaba el año viejo. El cortejo era numeroso, la mayor parte enmascarados, que lloraban, se lamentaban y decían un montón de adefesios en referencia al pobre anciano.

A las 21:00 varios individuos del pueblo se encontraban en una tienda de la calle de ‘Chandu’, velando un muñeco que representaba el siglo XIX”. (CM)

Sin origen muy festivo

° A pesar de los esfuerzos por esclarecer el origen de los años viejos, todo queda en el plano de la especulación y la leyenda, al no existir pruebas que corroboren cualquiera de las hipótesis planteadas. Lo único cierto es que en el siglo XIX, los años viejos ya se quemaban en Guayaquil, se lee en el libro ‘Los años viejos’.

La quema del año viejo en Ecuador es una tradición que se celebra con toda algarabía. Se trata de una gran fiesta cargada de creatividad, humor, picardía y mucha emotividad.

RITUAL. A las 00:00 se quema el muñeco y las familias se reúnen en un fuerte abrazo.
RITUAL. A las 00:00 se quema el muñeco y las familias se reúnen en un fuerte abrazo.