Será algo diferente

Por: Daniel Márquez Soares

El presente de todo país, tanto de los exitosos como de los fallidos, suele ser una traición al sueño de sus fundadores. Thomas Jefferson, que aspiraba a una nación aislada, de virtuosos granjeros, se sentiría decepcionado al ver la potencia mundial, intervencionista, universal y codiciosa en la que se convirtió su tierra. Los ilustrados europeos del XVIII, con sus civilizadores y déspotas, se amargarían al ver el continente tímido que hoy les sobrevive. Mao encontraría intolerable la China actual con su devoción a la industria y al comercio, y Gandhi se lamentaría al ver los tres países que creó. Los pueblos, como los hijos, terminan siendo lo que quieren ser y no lo que sus procreadores hubieran querido que sean.

Para académicos, intelectuales y políticos de pedigrí, los ecuatorianos hemos sido incapaces de alcanzar consensos. Se supone, entonces, que nuestra historia ha sido una travesía sin dirección, como el de una pelota saltarina que rebota abandonada de un lado a otro. Sin embargo, sí hay una dirección clara y también ha habido conquistas evidentes en la existencia del Ecuador de las últimas décadas. Año a año, el curso que adoptamos refleja las decisiones que tomamos como sociedad, por mucho que nos avergoncemos de ellas.

Al cabo de los siglos, tenemos un país caudillista, sin sistema de partidos, con una economía extractivista, en la que el Estado es el gran promotor de ascenso social y progreso personal. Seguimos exportando materias primas, separados en gran medida del mundo y consumiendo conocimiento importante. Suena a fracaso. No obstante, estamos mejor que nunca antes. Hemos alcanzado grados insospechados de libertades, civilización y prosperidad, y gozamos de las bondades del mundo actual en un grado insospechado.

El Ecuador del mañana no será lo que García Moreno, Rocafuerte o Alfaro hubieran querido. Nuestra política, economía y sociedad serán algo diferente, ajeno a los moldes que los teóricos imponían. Pero será algo mejor y ese algo, mal que bien, será el fiel reflejo de lo que somos, aunque no nos guste. Solo cuando entendamos eso dejaremos de amargarnos por no seguir los manuales y recetas de los civilizadores.

[email protected]