La libertad de compra

Giuseppe Cabrera

La época postmoderna en la que vivimos o modernidad líquida en palabras de Zygmunt Bauman, nos ha empujado a la individualización, no al autoconocimiento y libre toma de decisiones, sino al aislado mundo del individuo como tal, un individuo que se encuentra en batalla con el ciudadano, pues sus problemas los asume como propios y la solución a los mismos ya no son abordados desde lógicas colectivos, como lo era en el pasado, sino que se traducen como la incapacidad de darle una respuesta particular, o sea nuestra incapacidad personal es la razón del estado actual de los problemas sociales, distinto a lo que escribiera George Orwell en ‘1984’, el mundo no se encaminó a una peligrosa homogenización controlada desde un todo poderoso ente burocrático conocido como ‘El Gran Hermano’, en realidad el mundo de lo privado ha colonizado a lo público y nos hemos vuelto incapaces de encontrar esos puntos de encuentro colectivos desde los cuales dábamos respuesta a los problemas de todos, los espacios aparentemente públicos que se han creado, como las redes sociales, son una exteriorización del mundo privado, en donde la gente vuelve públicos sus emociones íntimas, y en muy pocos casos se han convertido en catalizadores de quejas comunes, como el 15M o la caída de Otto Pérez Molina en Guatemala, por lo demás es una vitrina pública de lo privado, que demuestra la colonización que he mencionado.

El canon de los miedos del hombre que fue ‘1984’ en su época, nos hizo buscar como sociedad una presunta libertad más amplia, una libertad en la cual el individuo debía estar por encima de la sociedad, perdiendo el concepto del bien común por el del beneficio propio, pero lo que se nos otorgó fue una limitada libertad, una libertad material una libertad de jure más no de facto, una sociedad cada vez más limitada en su autocontrol, que protegía nuestra propia libertad política y civil, reemplazada por la libertad de compra y del único deber social del Estado de proteger nuestra propiedad privada, creando esta individualización que nos hace débiles para estructurar nuestros reclamos ante los poderes del sistema, que cada vez aculturiza más nuestra forma de vivir.