Posconsulta

César Ulloa

Todos hablan de la consulta y sus resultados como un hecho consumado. Un grave peligro por varias razones: a) las excesivas dosis de triunfalismo del Gobierno en una campaña que se extenderá hasta que la Corte Constitucional y luego el CNE convoque a elecciones, b) el peligro de entregar un cheque en blanco, una vez más, al Ejecutivo, c) las disputas entre quienes se suben a la camioneta de Lenín Moreno en búsqueda de cargos, d) la imposibilidad evidenciada de la oposición en construir una nueva alternativa que supere las expectativas de los dimes y diretes de Alianza PAIS, e) la estrategia de confundir la consulta entre una disputa entre correístas y morenistas, cuando está de por medio la salud de la democracia y eso rebasa a cualquier liderazgo.
La consulta no desmonta el modelo de los ortodoxos correístas en términos de hiperpresidencialismo ni la pirueta ideológica de mantener las cinco funciones del Estado. Sin embargo, atempera los ánimos y, sobre todo, de las distintas organizaciones políticas.

Abre un sinnúmero de expectativas sobre el futuro de las autoridades de control y la manera cómo se elegirá el Consejo de Transición del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (Cpccs). Esta pregunta y la de reelección indefinida son las más importantes.

La pregunta acerca del Cpccs no elimina, transforma ni reforma las competencias de los actuales vocales. Cómo opere el Ejecutivo en la etapa de transición será fundamental y la sociedad civil tendrá que hacer lo suyo, para advertir al Presidente que el respaldo que tiene es hacia el diseño de un nuevo proyecto de país y zanjar la corrupción. También deberá ir comprendiendo que la organización política a la cual pertenece no es Ecuador. No olvidemos quién podría sustituir a Jorge Glas.

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