Aumento al salario, una burla

Por: ATILIO RUGEL ALBÁN

“Pueden amar los pobres, los locos y hasta los falsos; pero no los hombres ocupados”, John Donne. Todas las personas tienen la responsabilidad de asegurar sus necesidades básicas que al cubrirlas les permitan vivir con dignidad y cubrir las más elementales como son salud, educación, vivienda y trabajo; pero cuando no se logran con sueldos paupérrimos y la falta de trabajo que es el componente de pobreza en los países en vías de desarrollo, significa que todo está mal.

Los grandes empresarios y dueños de riquezas jamás quieren regalar algo que salga del bolsillo de ellos y cuando los gobiernos toman medidas que tratan de favorecer a los pobres, entonces saltan como un resorte y se quejan e imploran al cielo que trabajan a pérdida, que no ganan nada para que las cosas se den a su favor, bajo consignas de irse a otros países donde existen garantías porque allá les prometen un cielo sin nubarrones.

El aumento del salario es un show que todos los años se repite y se provoca una discrepancia entre la clase obrera que pugna por mejores condiciones de vida y los ricos que son favorecidos por la ‘diosa fortuna’, estableciendo salarios que un perro de los ricos se los come en un día. Entonces continúa el show y ante la realidad de no pactar viene el Gobierno que, a través del Ministerio del Trabajo, imponen el aumento que como digo es un insulto para los que nada tienen.

De esta manera se provoca lo que un eminente escritor dice: “Que esto viene a ser como un centro de gravedad en que los dueños del dinero absorben a las parcelas de los pobres que giran alrededor de ese centro lleno de injusticia que son ellos y los gobiernos que llevan en sus labios y de manera repetitiva utilizan la palabra ‘democracia’ y que en la práctica hacen cumplir los enunciados sumándose a quienes cuidan y potencian sus pertenencias sin poner riesgos”.

Cuánto sinvergüenza hay en este país que premiados con cargos públicos y malabaristas de las coimas se enriquecen de la noche a la mañana y por muchos años viven una siesta profunda luego de disfrutar del dinero mal habido; en cambio, hay otros que se amanecen haciendo guardias y trabajando de sol a sol para medio llevar el sustento a sus hijos.

En el Ecuador este paisito entrañablemente rico pero mal administrado ayer y hoy, sus gobernantes buscan soluciones que siempre laceran a las mayorías y con cálculos salidos de manera malsana tratan de subsanar problemas económicos y les guardan las espaldas a tantos descarados que no conocen del dolor ajeno.